Democracia Directa: Sustentos filosóficos y
existenciales
El individuo como centro de desarrollo
La
democracia directa parte del concepto que considera al hombre como el centro de
desarrollo. El hombre como factor primario al cual se le debe estimular para
otorgarle valores que le permitan alcanzar la prosperidad, la riqueza y altos
niveles existenciales en el orden moral y espiritual. La democracia directa
asume al hombre como centro primordial de su atención, promoción y evolución y,
por lo tanto, es éste quien debe tomar las decisiones que le permitan definir
el modelo de desarrollo socio económico de su comunidad. La democracia directa
conduce y estimula la participación individual para que domine su entorno en
base a sus creencias, hábitos, costumbres
y expectativas de vida.
Valores de hombre
Como parte de
los valores que proclama la democracia directa los cuales deben otorgárseles al
individuo y a reconocérselos como un derecho a poseer está la propiedad de la
tierra como valor primario. La posesión de la tierra es fundamental e indispensable para llegar a las metas del
cambio profundo que busca la sociedad. La democracia directa incentiva la
participación de todos sin excepción y promueve que cada quien exprese sus
ideales, manifieste lo que busca en la vida y ejecute los acuerdos de creación
o transformación de su hábitat, medio natural de subsistencia o entorno
material.
Principios fundamentales de la democracia directa
Tres
principios fundamentales definen el carácter democrático y revolucionario de la
democracia directa: la comunidad organizada, la toma de decisiones por parte de
la comunidad y el bien común.
El principio
de la comunidad organizada se traduce en una búsqueda de la
disciplina social del colectivo, para alcanzar estadios de autosuficiencia a
fin de generar los medios y canales de producción más apropiados para la
comunidad. La comunidad organizada
permite establecer las vías para aprender a dominar la técnica, los oficios y
las habilidades que se necesitan poseer para crear o inventar
los
instrumentos teóricos y prácticos que conduzcan a esa comunidad a la
satisfacción de sus necesidades políticas, sociales y económicas.
La toma de
decisiones por parte de la comunidad es
el método que permite canalizar las inquietudes del pueblo ante los organismos
intermediarios del poder público, entre ellos el gobierno nacional, para que
éste actúe en base a las decisiones adoptadas por ese colectivo.
El bien común es la satisfacción de las expectativas del
colectivo en sus niveles más elevados de lo espiritual, lo material y lo moral.
El bien común induce al individuo a convertirse en un ser terrenal de buena
voluntad. Por lo tanto, el bien común es el ejercicio más sublime de la
manifestación espontánea del amor por el prójimo. Es la búsqueda por dignificar
la condición humana. Es la generación de canales para que el hombre pueda ser
próspero y rico en todos los aspectos de la vida. El bien común es llevar la
felicidad al individuo, al grupo y a la sociedad.
Razón
existencial
Cuando creemos en los más nobles
ideales que identifican la razón de nuestra lucha política, nada podrá
detenernos. Más allá de la expresiones
teóricas y manifestaciones formales, tales como la dirección de una
organización política o ser electo para un cargo de representación popular, se
ubican los ideales y las expectativas por alcanzar las metas que trascienden lo
establecido. Más democracia para el pueblo es uno de esos ideales, convertido
también en una consigna revolucionaria de corte universal. La participación
auténtica del pueblo, otro de los ideales, se convierte en el objetivo que
sintetiza la conducta de quienes hemos sido forjado en la lucha por alcanzar la
transformación y cambio radical de la sociedad. La democracia directa, principio rector de esa lucha, pasa a ser la
meta ulterior que guía a los guardianes del destino de Venezuela. Quienes así
nos consideramos debemos hacer del cambio revolucionario la fuerza de
contención a los reformistas, oportunistas y demás desviadores del proceso que
no quieren darle paso a las innovaciones de una nueva sociedad. La conducta
puesta de manifiesto por los que representan el statu quo o reformismo, significa todo lo contrario al proyecto de
reconstrucción nacional. Proyecto que plantea la real participación del colectivo
en el proceso de toma de decisiones y cuyo objetivo es transferir, por vez
primera en la historia de la República, el poder al pueblo. La meta a alcanzar
es la revolución de la democracia directa. A todo esto se opone la reforma. El
statu quo, lo establecido, el puntofijismo o los imitadores del cogollo, estén
ubicados en cualquier espacio de la escena política, son categorías similares
que significan antidemocracia, que niegan la participación de la sociedad
organizada en la toma de decisiones. La reforma siempre se opondrá a la
participación democrática del individuo y de los grupos que se organizan para
ejercer ese derecho. La reforma nunca incentivará la participación del
colectivo ni del hombre común en la toma de decisiones. La reforma es todo lo contrario al desarrollo
autónomo de las decisiones por parte de la comunidad organizada. La realización
de asambleas, por ejemplo, pero de asambleas auténticas del pueblo representa
la genuina participación del colectivo en la gestión de dirección de la
sociedad. No obstante, esto no cabe en la reforma. La reforma es el cogollo. La reforma agotó su tiempo y
resquebrajó su espacio. Lo hizo crujir y por lo tanto permitió el colapso del
sistema por usurparle el poder al pueblo y enquistarse en la estructura cupular
del mando de la sociedad. Vernos en ese ejemplo es una recomendación a los que
se identifican con la revolución. Aprender de los errores autocráticos de la
reforma es un deber de quienes queremos poner en práctica la democracia
directa. La revolución de la democracia directa representa la auténtica lucha
popular por construir los caminos de los nuevos tiempos de Venezuela. Asi tiene
que ser entendido por quienes quieren ser protagonistas de los cambios. El
hombre que aspira a escribir la historia de la Patria, indistintamente del
sitio que le corresponda protagonizar,
lo hará colocándose al servicio
del pueblo. Haciéndolo así, obtendrá su recompensa cuando actúe pensando en
serle útil a la sociedad y dejando sin efecto las ambiciones personales que lo
tientan a caer en las perversiones del poder. Si la prédica por alcanzar los
cambios verdaderos se identifica con la participación del colectivo, los que
tienen la responsabilidad de dirigirlo nunca deben actuar en sentido opuesto.
Su obligación es luchar a su lado, buscando el consenso de todos. Mantenernos
en los caminos de la defensa por la democracia del pueblo más que una
prerrogativa individual es una obligación de nuestro destino. De igual manera,
la comunidad tiene que asumir su firme participación y su plena disposición a
hacer valer la libertad de conciencia en la toma de decisiones. Solamente así
justificará su condición de pueblo con plenos derechos al servicio de la causa
revolucionaria y al proyecto de reconstrucción nacional.
Para derrotar a la reforma debemos
ser consecuentes con los postulados que invocamos. Debemos ser humildes al
administrar el poder. Tenemos que mantenernos firme en enfrentar a la reforma y
no dejarnos llevar por la fascinación de convertirnos en cúpula y caer en la
tentación de imponer el mando estilo cogollo del statu quo. Son nuevos tiempos
los que han llegado para nuestro país. Es el momento estelar del pueblo y su
protagonismo. Todos los que nos sentimos revolucionarios debemos cumplir
nuestro exacto rol como instrumento del pueblo. De esta manera nos entenderemos
todos y nos reubicaremos en el justo camino que ha guiado una lucha
imperecedera de tantos años invertidos y llenos de esperanza.
La lucha política
Ya lo hemos dicho, la lucha política
es infinita. Nunca se agotan las batallas, ni jamás se alcanzan los objetivos
como previamente se han definido. La lucha política no tiene fronteras, ni
territorio específico de confrontación. Es abierta y despiadada. Sin
escrúpulos, ni moral. Seduce a sus actores y subyuga a quienes la protagonizan.
La lucha política no tiene lógica, ni induce a quienes la soportan al sentido
común. La lucha política es inagotable y puede ser asumida tanto para hacer el
bien, como para hacer daños al adversario. La lucha política es un vehículo del
accionar del hombre y de los pueblos para consolidar el poder. Gesta que puede
ser entendida, de acuerdo al marco referencial del actor, como justificable de
los medios empleados. La lucha política es entonces un medio para alcanzar el
poder. Poder que puede tener dos significativas interpretaciones. Una primera
interpretación: aquella que lo emplea
para decidir democráticamente en beneficio del colectivo, aceptando y
respetando, el juicio de los miembros de la sociedad. Aquí estamos ante una
práctica del poder como factor e instrumento de los cambios que demanda la
mayoría. En este sentido, el ejercicio del poder es positivo. Otra
interpretación es el poder que se asume, consciente o inconscientemente, como
vicio ambicionado por una persona o grupo, el cual les da el privilegio de
dirigir a la sociedad de una manera arbitraria, para usufructuarlo. Ese poder
autoritario genera en quienes lo ostentan, un halo de superioridad sobre el
colectivo nacional que estimula al ego, alejándolos de lo que realmente se
busca con las transformaciones políticas. Desde esta perspectiva, el ejercicio
del poder resulta negativo para la aceptación de la mayoría. En consecuencia,
generará frustración y reacciones de oposición por parte de la sociedad. Pero
la administración de ese poder es lo que nos va a proyectar como verdaderos
constructores de la nueva República.
La democracia directa puede ser
entendido como un sistema político que genera luchas para obtener el poder y
así alcanzar las transformaciones más justas del desarrollo de la sociedad. No
debemos olvidarnos que los hombres de buena voluntad tenemos por misión lograr
el bien común para todo el colectivo nacional. Por eso la lucha de quienes
creemos en la democracia directa se fundamenta en serle útil a la sociedad para
satisfacer las expectativas individuales y colectivas del pueblo. Expectativas
que buscan obtener los estadios más elevados de prosperidad de la Patria.
Prosperidad que se fundamenta en velar
por el bien de todos los venezolanos y en cultivar en los ciudadanos la conciencia de ser dueños de su destino y
de asumir la dirección de los procesos sociales en que se ve envuelto
diariamente. De allí que la democracia directa postule el Poder Constituyente como
expresión ideológica que permita transferir la toma de decisiones al colectivo
en su conjunto. El poder constituyente es el poder del pueblo. Esta es la
auténtica lucha popular por construir caminos que se abren a los nuevos
tiempos. Así tiene que ser entendida y practicada por los que quieren ser
protagonistas de los cambios. Así tiene que asumirse en los gestores del
pueblo, por los luchadores políticos, quienes se convertirán en ejecutores del
poder.
Pragmatismo
e ideología
La práctica de la política es la
audacia del pragmatismo. El pragmatismo de la onda política. El ejercicio del
qué hacer para mantener una línea consecuente con las ideas que enmarcan un
proyecto de acción social, estará siempre determinado por las decisiones que
debemos tomar en los momentos más inesperados. Decisiones que significan la
gloria del triunfo o el infierno de la derrota. En política siempre se estará
muy cerca de este flujo ondulante. Y asi mismo, los vínculos que se generan
como consecuencia del pico de la onda en que nos encontremos, determinarán el sitio
que ocuparemos en la escala del poder y de los que nos acompañarán a nuestro
lado. Hoy podemos estar arriba, en estrecha relación con la fuente que dimana
ese poder, por lo tanto nos veremos rodeados de supuestos leales; pero, mañana
por errores, omisiones o por la misma dinámica de las decisiones, podemos
vernos en la caldera del fuego infernal, y asi, aquella lealtad se esfumará. Se
desvanecerá por ausencia del halo que genera la fuerza del poder. Entender que
es asi el juego político nos conduce a asumir la lucha en términos más serenos.
Nada fluye con la lógica que hemos construido en nuestro pensamiento. Todo es
resultado de los intereses que prevalecen para mantener la línea ascendente
hacia la consecución de las metas propuestas.
Sin embargo existe la nobleza de los principios humanos que,
indistintamente del sitio en que nos encontremos dentro de ese flujo ondulante
del poder, deben mantenerse vigentes y muy firmes por alcanzar su realización
plena. En los actuales momentos nos podemos ver envueltos en muchas situaciones
que nos llevan a estar hoy arriba, pero mañana abajo. En esos casos, los que
mantienen vigentes los principios que animan su lucha, no deben desmoralizarse.
El puesto que se ocupe es irrelevante en cuanto a las metas que se buscan por
implantar un proyecto de cambio y de verdadera transformación. Cualquier
espacio es vital. La derrota no cabe en los hombres audaces. La lucha continúa
y nunca estará ausente de quienes nos consideramos guardianes del destino de
Venezuela. Esa es la misión que debemos cumplir. Por lo tanto, ni estando abajo
o arriba, nada podrá cambiar la fuerza espiritual que tenemos profundamente
arraigada a nuestra alma y nuestro corazón. El pragmatismo debe ser lo
circunstancial del hecho concreto. Los ideales, los sueños, la lucha acumulada
en tantos años de feroz guerra contra un
sistema político determinado, debe ser la pauta que defina nuestra verdadera
conducta. Y esto debe ser un estímulo constante que nos revitalice para
continuar creyendo en el proyecto de vida que hemos construido para ver nacer
una patria diferente y más próspera. El talento, la creatividad, la inventiva,
todas estas virtudes que siempre estarán de parte de los hombres de buena
voluntad, tienen que hacerse presente para que podamos cambiar ese flujo
ondulante que nos fustiga y nos arrolla cuando la fortuna nos pretende
abandonar. La fortuna siempre ayudará a los audaces y los hombres de buena
voluntad.
La
necesidad de una estructura ideológica.
La lucha política demanda espacios
en la estructura intelectual del hombre de hoy que necesitan ser llenados con
ideales. Con sueños, sentimientos y emociones que le den sentido a la vida y a
la razón que garantiza su lucha. Espacios que están vacíos, sedientos de
motivaciones concretas que justifican su inserción en el proceso de cambios que
comienza a vislumbrarse en la escena política. El hombre de la revolución tiene
que sentar su acción de combate en la ideología. Entendiendo por ideología al conjunto
de preceptos y principios políticos, fuertemente emocionales, que nos permite
legitimar un orden social establecido o por establecer. Ejemplo de ello es la democracia
directa que además de ser un sistema político también es un sistema ideológico.
Como ideología la democracia directa facilita la integración de los conceptos y
la interpretación del modo de vida y del mundo. Permite también asumir
posiciones políticas ante el cambio. Es por ello que la elaboración de la
plataforma ideológica viene a llenar el vacío que hoy en día presenciamos en
las organizaciones políticas que actúan en la escena nacional. La ideología es
un factor de unidad y de coherencia organizativa. Es además, un elemento
integrador de los talentos de la nación, ya que induce a la producción
intelectual y a la creación de nuevos valores y patrones culturales, para
retomar las virtudes que garantizan la manutención de la condición humana. Es
vital para cualquier proceso de cambio histórico, pues hace que se promueva por
encima de todas las circunstancias que dimanan del poder, los paradigmas que
sirven de referencia para sostener una honrosa moral política. La dignidad, la
autenticidad y el honor, son elementos ideológicos, fundamentados en los nuevos
paradigmas, que revitalizan la condición humana y que enaltecen la lucha
política. Cuando estos elementos se hacen presente en las discusiones
ideológicas y se ponen en evidencia en el accionar político diario, se crecen
los ideales y se eleva la calidad moral para incidir en los resultados de los
modelos de sociedad que se intentan implantar.
Generalmente cuando poseemos el
fundamento ideológico, la lucha política se humaniza. La lucha política se
encuadra en la valoración espiritual y moral de los protagonistas de esa lucha.
Se amplía el espectro de confrontación y se entra en las dimensiones del
sentimiento humano. Podría decirse que se penetra al marco del amor. Cuando
luchamos por ideales, no existe el tiempo por alcanzar las metas, ni obstáculos
que nos impidan darle rienda suelta a nuestros más profundos sentimientos.
Cuando luchamos por los más auténticos ideales nos llegan, inesperadamente, los
motivos más transcendentales de inspiración. Pero, además, los ideales se
enriquecen ya que comienza a nutrirse de ese sentimiento agudo que nos vincula
a nuevas visiones e interpretaciones de un mundo político inmerso en el
pragmatismo absoluto. Necesitamos la ideología para derrotar al que pretende
hacerse del poder a través de la revolución. Necesitamos la ideología para
enfrentar a los adversarios y para volver a darle sentido a nuestra razón de
ser. Vamos en esa dirección y ante la nueva situación política en que se haya
todo el país, la sistematización de la plataforma ideológica es una de las
grandes macro tareas que necesitamos elaborar. La lucha no se detiene. Sin
tregua ni pausa.
Conceptualización
de la democracia directa.
Causas y razones
de la democracia directa
Creemos firmemente que el pueblo
quiere sentir que decide. Saber que se le toma en cuenta en las relaciones de
poder que se establecen entre gobierno y sociedad civil. Históricamente la
experiencia de los pueblos enseña que las sociedades crecen en la medida en que
aumentan los niveles de participación política de sus ciudadanos. Esta búsqueda
ha determinado la evolución social de las naciones. Europa está plagado de estos
ejemplos que muestran el paso hacia sistemas socioeconómicos más incluyentes y
participativos, a los cuales América Latina no ha sido ajena.
En Venezuela, con el triunfo de Hugo
Chávez en 1998 y del inicio del Proceso Revolucionario en 1999 estamos entrando en una nueva era de participación
popular. No es nada fácil lograr consolidarla debido, entre otras variables, a
las diferencias ideológicas y a los desniveles culturales de los entes que
generan opinión en el país y en el mundo. No obstante, debemos mantenernos
firmes ante el objetivo de más democracia, más participación para todos, más
poder popular, más ejercicio directo de ese poder; convencidos como estamos de
que esto se traduce en más libertad, prosperidad y felicidad para todos. Los
venezolanos, progresivamente, hemos venido concientizando la necesidad de
participar directamente en las decisiones político-económicas que todavía
pretener ser exclusividad de los centros de poder y, por ello, luchamos por
obtener una parte más activa en ese proceso. En el pueblo se afianza el
convencimiento de que su poder inalienable e intransferible se concreta con su
participación directa cuando alcanza niveles de conciencia crítica basadas en
el conocimiento y el saber.
Creemos
y estimulamos el surgimiento del nuevo liderazgo del pueblo organizado,
legitimado por su propio poder de toma de decisiones, su trabajo político y el
inventar una nueva sociedad. Por lo tanto, creemos firmemente en contribuir a
canalizar la participación directa del pueblo, de la comunidad organizada en
crear y desarrollar un sistema político que le permita el ejercicio directo de
las toma de decisiones para dirigir su
propio destino. Eso es democracia directa.
Los
Principios de la democracia directa
Hasta ahora, todo lo descrito como
parte de la reflexión de los nuevos tiempos, nos conduce a asumir la democracia
directa como la vía para alcanzar los niveles de prosperidad de todos los
venezolanos. Definimos a la democracia directa como la plataforma política,
ideológica y económica que puede otorgar el poder real al pueblo, al ciudadano,
al vecino, y al individuo en particular. La democracia directa como sistema
político nos permite llevar a la práctica que la comunidad, de manera
organizada, elabore sus planes de desarrollo, administre sus recursos
económicos, estimule la autogestión y establezca sus propias normas de
convivencia social. La democracia directa incentiva la participación de todos
sin excepción y promueve que cada quien exprese sus ideales, manifieste lo que
busca en la vida y ejecute los acuerdos de creación o transformación de su
hábitat, medio natural de subsistencia o entorno material. La democracia
directa es un sistema político de participación ciudadana. La democracia
directa es lo más cercano al método más justo de consideración del ser humano.
El ejercicio real del sistema político de democracia directa se fundamenta en
tres principios que definen su carácter democrático y revolucionario.
Principios universales que reivindican la condición más justa y humana del
hombre dentro de su entorno sociopolítico. Principios que no dejan duda de la
clara intención a estimular la participación del colectivo en todos las
actividades propias de su vida en sociedad. Los principios que caracterizan a
este sistema político son: la autogestión, la comunidad organizada, y
el bien común.
El principio de la autogestión asume al hombre como centro
primordial de su atención, promoción y evolución y, por lo tanto, es éste quien
debe tomar las decisiones que le permitan definir el modelo de desarrollo
socioeconómico de su propia comunidad. El hombre es el factor primario al cual se le debe estimular
para otorgarle valores que le permitan alcanzar la prosperidad, la riqueza y
altos niveles existenciales en el orden moral y espiritual. Como parte de esos
valores que deben otorgárseles al individuo y a reconocérselos como un derecho
a poseer está la propiedad de la tierra como valor primario. La posesión de la
tierra es fundamental e indispensable para llegar a las metas del cambio profundo
que busca la sociedad.
A diferencia del sistema de
democracia representativa, en donde solamente se participa cada 5 años en el
proceso de escogencia de las autoridades públicas y nunca más se convoca al
colectivo para permitirle expresar su opinión sobre los asuntos propios del
accionar social, ni generar iniciativas propias de participación colectiva, en
el sistema de democracia directa el principio de la autogestión conduce y
estimula la participación individual y del grupo para que luche y domine su
entorno en base a sus propias creencias, hábitos, costumbres y expectativas de
vida. La autogestión es el método de acción que canaliza las inquietudes más
auténticas del pueblo hacia el gobierno nacional para que éste actúe en base a
las decisiones adoptadas por ese colectivo. En este escenario, el gobierno
interviene como instrumento del pueblo. Como instrumento del colectivo, de todo
el grupo, de la sociedad que aspira a ser satisfecho en sus decisiones. El
gobierna actuará como intermediario entre la sociedad y el Estado. Y lo hará
bajo el precepto del justo respeto a las decisiones soberanas del pueblo.
La democracia directa como sistema
político no es excluyente y, por encima de los intereses particulares o
grupales de las diferentes tendencias ideológicas, la democracia directa incita
a que, en conjunto, todos sin excepción expresen sus ideales, manifiesten lo
que buscan en la vida y ejecuten, consensualmente, los acuerdos de creación o
transformación de su hábitat, medio natural de subsistencia o entorno material.
La democracia directa no es, entonces, un aparato ideológico de sometimiento
autocrático ni mucho menos tumultuario de las masas enardecidas. Es, como se
dijo, el sistema más plural y genuino de participación popular. Es lo más
cercano al método más justo de consideración del ser humano como ente biológico
y miembro de un colectivo nacional.
Por su parte, el principio
de la comunidad organizada se refiere al orden que debe establecer la
comunidad en sus relaciones intracomunitarias, para que se pueda poner en
práctica la democracia directa. El principio de la comunidad organizada se
traduce en una búsqueda de la disciplina social del colectivo, para alcanzar
estadios de autosuficiencia a fin de generar los medios y canales de producción
más apropiados para la comunidad. La
comunidad organizada permite establecer las vías para aprender a dominar la
técnica, los oficios y las habilidades que se necesitan poseer para crear o
inventar los instrumentos teóricos y prácticos que conduzcan a esa comunidad a
la satisfacción de sus necesidades políticas, sociales y económicas. La
comunidad organizada asume los nuevos roles que la sociedad participativa le
impone como consecuencia del ejercicio de la democracia directa. Entre ellos,
administrar sus propios recursos. El gobierno, asumiendo su papel de instrumento o intermediario, tiene
ahora que suministrar directamente al órgano que la comunidad ha creado para
tal fin, los recursos materiales estipulados en los programas para el
mantenimeinto y desarrollo de esa comunidad. El principio de la comunidad
organizada, aplicado en forma ingenua o intencionalmente, es una vía concreta para derrotar la
corrupción, ya que las alcabalas que actualmente existen en las instituciones
del Estado y que cobran el peaje de la comisión viciada, deben ahora
desaparecer. Los presupuestos lo ejecutarán los mismos miembros de la
comunidad. La comunidad organizada es sinónimo de armonía, equilibrio y
evolución de los hombres que viven en sociedad. para alcanzar metas trascendentales
en su vida.
El tercer principio es el bien común..
Principio político del sistema de democracia directa cuya concepción filosófica
se ubica en el cristianismo primitivo y en los postulados de los pensadores más
avanzados de la socialdemocracia y del socialcristianismo. Aunque también
podemos señalar que cabría en alguna interpretación marxista. El bien común es,
conceptualmente, la satisfacción de las expectativas del colectivo en sus
niveles más elevados de lo espiritual, lo material y lo moral. El bien común
induce, a quien lo práctica, a convertirse en un ser terrenal de buena
voluntad. Por lo tanto, el bien común es el ejercicio más sublime de la
manifestación espontánea del amor por el prójimo. Es la búsqueda por dignificar
la condición humana. Es la generación de canales para que el hombre pueda ser
próspero y rico en todos los aspectos de la vida. El bien común es llevar la
felicidad al ser individual, al grupo y a la sociedad.
Estos tres principios básicos son
los que sirven de marco teórico para interpretar en una dimensión más acertada
la construcción teórica que fundamenta a la democracia directa como sistema
político. El elemento ideológico del sistema permite, entonces, invalidar las
interpretaciones erradas que ha querido dársele a lo que se entiende por
democracia directa. Además, es oportuna esta definición general para que se
inicie una profundización conceptual en el orden teórico del incipiente
paradigma ideológico a establecerse. Definiciones que van a enriquecer los
preceptos que constituyen la génesis del nuevo sistema político que va a
reemplazar al colapsado sistema de democracia representativa.
El ser
revolucionario
Por otro lado, la democracia directa
es también un sistema político revolucionario. En este sentido se categoriza a
la revolución como el proceso de transformación de la base política y jurídica de la
nación, a fin de crear un nueva institucionalidad y una nueva base estructural
de soporte a un nuevo sistema político , para incentivar los cambios
necesarios en las relaciones de producción y darle viabilidad al poder
constituyente del pueblo.
La nueva institucionalidad permitirá
crear un nuevo ordenamiento político, cuyo accionar permanente sobre la
sociedad deberá estimular al modelo capitalista que domina al mundo global de
hoy en día, para orientarlo hacia una función social que permita el ejercicio
de los principios de la democracia directa. Las relaciones de producción,
predominantemente capitalistas, concebirán el modelo económico autogestionario,
como una alternativa objetiva y concreta para disminuir progresivamente los
niveles de pobreza e incorporar a la población improductiva a la generación de
riqueza tanto individual como colectiva, para que así pueda impulsarse la
prosperidad nacional.
Como sistema político
revolucionario, la democracia directa define a sus hombres como guardianes del destino
de Venezuela, quienes tienen que asumir el rol de verdaderos
revolucionarios. Ante esta definición, el concepto de revolucionario es el
siguiente: un revolucionario es un ser transparente. Que mira a los ojos, asume
su compromiso y mantiene sus creencias con firmeza. El revolucionario puede
cometer errores, pero nunca traiciona. Jamás ejecuta actos de deslealtad. El
revolucionario lucha por ideales sin dejarse cegar por la utopía. El
revolucionario no abandona al colectivo. Su razón de ser justifica la paciente
espera, aunque su enérgica vitalidad le empuje a cumplir la acción de
inmediato. El revolucionario nunca deja de aprender, siempre está dispuesto a
recibir un consejo que le ayudará en su práctica diaria. Nunca se deja llevar
por la autosuficiencia, ni se deja cegar por la fascinación del poder. El
revolucionario proyecta su esperanzas con actitudes de amor al prójimo. El
revolucionario es un luchador social que
emplea la estrategia política, para consolidar objetivos de serle útil a la
sociedad. En síntesis, ser revolucionario significa asumir la lucha infinita
por la transformación y reivindicación de un objeto de vida. Hoy, para
satisfacción de los revolucionarios, estamos iniciando una nueva era en
Venezuela. Estamos en el comienzo de un proceso revolucionario. Proceso que
conducirá a la generación de la nueva base estructural de soporte al nuevo
sistema político: el sistema de democracia directa. Sistema que va a sustituir
al sistema de democracia representativa.
Los Guardianes del destino de Venezuela
Todas las acciones que en política
hacemos tienen que estar impregnadas de espontaneidad. Nada de lo que nos
proponemos alcanzar puede asumirse como algo impuesto, obligado o fuera del
contexto de nuestras expectativas más sinceras. Lo espontáneo esta íntimamente
ligado a la dosis de felicidad que nos produce hacer lo que verdaderamente
anhelamos. Lo espontáneo induce a cultivar el amor hacia la vida. La lucha por
lograr las metas trazadas es un acto humano de sacrificio y manifestación de
talento que nos demuestra la capacidad de perseverancia que poseemos. Cuando
asumimos una línea de conducta determinada, la cual se fundamenta en lo que
creemos, no podemos expresar queja
alguna ya que lo hemos hecho por que así lo quisimos. Si en el trayecto de la
concreción de esas líneas de acción las fuerzas adversas se imponen, no nos
queda otra alternativa que reestructurar la estrategia y retomar la acción por
las nuevas vías que surjan. Los que
creemos en la reconstrucción de la Patria, no nos detiene ningún tropiezo ni
siquiera la caída más estrepitosa que nos ocurra. Por eso somos
revolucionarios. Por eso somos Guardianes del Destino de Venezuela.
Y eso es suficientemente alentador para sentirnos eternamente victorioso.
El
concepto de guardianes del destino de Venezuela, tiene una amplia implicación
humana que permite la relación constante entre teoría y práctica. El guardián
es una persona que pasa a ser vigilante permanente de las leyes y de la
conducción del país, dentro de un marco de honestidad y de cuidado permanente
de la soberanía, de los bienes patrimoniales y de la calidad de vida de los
habitantes de la República. Las metas de los guardianes del destino de
Venezuela van más allá de alcanzar el poder político. Quienes nos sentimos
comprometidos con la rectificación del rumbo que ha tomado nuestra patria, nos
debemos convertir en vigilantes persistentes por hacer cumplir los compromisos
adquiridos ante el colectivo nacional y para que la República construya su
nueva historia basada en la libertad, la justicia, la paz y la prosperidad.
Pero no se trata solamente de autocalificarnos de guardianes y asumirlo como
tal. El concepto tiene una fundamentación ideológica que se define no sólo por
los elementos implícitos en su propio objeto de vigilar a la nación. Sino,
además, en la interpretación del mundo, de la vida y del hombre bajo la óptica
del pensamiento de Bolívar, de Zamora, de Simón Rodríguez y de otros tantos más
que contribuyeron a forjar la Patria, la nacionalidad y el valor combativo para
defender al pueblo. Ideas que siguen vigentes y que se mezclan con las de otros
pensadores contemporáneos del Siglo XX, para facilitar la elaboración de
modelos de explicación de nuestra realidad. Lo ideológico también va cargado de
un conjunto de enunciados principistas que enriquecen la concepción global del
ser humano en su búsqueda existencial: los principios rectores de la democracia
directa. Principios que definen la forma en que el hombre debe participar en la
sociedad para satisfacer sus expectativas en lo moral, lo material y lo
espiritual.
Todos estos fundamentos filosóficos,
permiten construir la base que sostiene la acción concreta de quienes se asuman
como guardianes. Son seres revolucionarios, quienes asumen su capacidad de
desprendimiento y de amor al prójimo. Y en esto hay mucha afinidad con los
postulados del cristianismo que predican la hermandad de los hombres y de hacer
el bien para el beneficio del colectivo. El guardián es un ser que no puede
doblegarse ante cualquier placer cotidiano. Su clara percepción de su meta a
cumplir le debe llevar a mantener sus principios por encima de las intenciones
de fascinación pasional. En eso, sus principios morales, su ética y su entereza
de carácter, sobresalen por encima de los ciudadanos comunes. El guardián es un
privilegiado. Un escogido por el destino de la patria. Los que sientan que son
guardianes y puedan identificarse de esa manera, al descubrirse internamente,
pasan a constituir la legión de vigilantes de la Patria.
Guardianes del Destino de
Venezuela es un concepto nuevo que está
en construcción todavía. Por lo tanto debemos continuar desarrollándolo con
todos aquellos elementos que permitan reforzar su base de sustento. Los
revolucionarios tienen que estudiar su significado en toda su dimensión y
asumirlo con verdadero sentido de vocación política y de servicio a la nación.
Sólo asi podemos crear una clara diferenciación auténtica del resto de actores
en la escena política. Sólo asi el colectivo nacional creerá en la revolución y
no perderá nunca sus esperanzas y su fe en los postulados por los cuales
luchamos. El destino soberano de Venezuela estará asegurado mientras existan
sus guardianes. Tremenda responsabilidad que tenemos con esta generación de
compatriotas y con las venideras. Pero no le tememos a ese reto cuando nos
acompaña la conciencia limpia, la voluntad de acero templado y la sensibilidad
social impregnada de amor. Por todo esto nos sentiremos siempre triunfadores.
Por eso somos los guardianes de la democracia directa.
Las Virtudes de
los revolucionarios
Lealtad y
confianza
Además de las condiciones
fundamentales de la personalidad del revolucionario y de los valores personales
del guardián, las virtudes del hombre honesto que se incorpora a la lucha por
el bien común tienen que destacarse como una condición indispensable del
individuo para soportar la onda del pragmatismo político, enfrentar toda clase
de adversidad que trae la lucha contra los adversarios y oponentes y para no
desfallecer ante traiciones, deslealtades y soledades. Lealtad, confianza y
perseverancia, son entre otras virtudes que también debemos desarrollar, las
que destacan como de primer orden de importancia para cultivarlas y orientarlas
en nuestro quehacer diario. Los revolucionarios de la democracia directa
tenemos que aprender a cosechar estas virtudes.
La lealtad y la confianza son
virtudes que el hombre debe depositar en las personas que se encuentran más
cercanas a su entorno. Sea por el amor hacia la pareja o bien por la relación
política que se establece entre superior o subalterno, en cualquiera de estos
casos que se citan como ejemplo la confianza nunca debe perderse. Hay que creer
en la buena voluntad de los seres que amamos y tener la necesaria paciencia
para aceptar promesas o explicaciones a las situaciones que nos han resultado
no del todo lógicas. Las interpretaciones de los hechos que se dan a nuestro
alrededor no siempre se ajustan a la verdad. Prejuicios propios, comentarios de
terceras personas, intrigas descaradas, todos estos elementos desdibujadores de
la realidad nos hacen crear fantasmas inexistentes. Cuando el hombre leal
mantiene su trayectoria ajustada a los más auténticos principios sostenedores de
la verdad, se hace muy difícil que su práctica sea alterada por la intromisión
de odios, rencores, bajas pasiones, envidias y demás factores destructores de
la integridad humana. Lealtad y confianza son valores que le pertenecen a los
hombres que luchan por alcanzar el bien común del colectivo. Por lo contrario,
quienes atentan contra toda manifestación de la
ética, la moral y la justicia son los que desvirtúan las grandes brechas
que han logrado abrir los audaces con sus retos por alcanzar las metas del bien
y de la buena voluntad. Siempre hay que saber escuchar. No debemos permitirnos
cometer la injusticia de aceptar los juicios que provienen de un sector y, así,
construir conclusiones parciales. Cuando nos aislamos de los seres a quienes
los hemos considerado leales, como consecuencia de supuestos, comentarios o
intrigas, se hace necesario que
reflexionemos acerca de nuestra conducta sesgada. El hombre íntegro no
lleva temores ocultos en su alma, por lo que fácilmente se le pueden descubrir
sus más fieles intenciones a través de la mirada y de la transparencia de sus
ojos. He allí un buen indicativo para comprobar la lealtad. Además, el hombre leal tiene una
característica particular que le permite diferenciarse de los otros: el hombre
leal no se marchita. Su frescura le hace trascender lo transitorio y
circunstancial, para ubicarse en un lugar
privilegiado de la verdad. Frescura que se manifiesta por la claridad de
sus ideas, su disposición al trabajo, su voluntad para seguir en la lucha por
muy poderoso que sea el adversario y, principalmente, porque mantiene el amor
en su más profunda intensidad. Los leales merecen ser tomados en cuenta cuando
el entorno está viciado, lleno de hojas de otoño. No debemos finalizar el
juicio sin escuchar las reflexiones y penas de los que se la han jugado por
causas trascendentales.
Lealtad y confianza se conjugan
cuando la sinceridad es una de las condiciones para la selección de la amistad
verdadera. Sin la amistad de los leales nos vemos inmerso en una gran soledad.
El apoyo que nos potencia e imprime energía a la fuerza espiritual radica en la
palabra de aliento del amigo verdadero. Sin esto la soledad invadirá nuestra
vida, haciéndonos desdichados y sumamente infeliz. La soledad nos lleva a
perder la vitalidad necesaria para responder a los actores que nos adversan o,
simplemente, a emitir respuestas adecuadas y contundentes a los que se colocan
en el medio ambiente y que replican a nuestra aciones. En la vida no se puede
caminar sin el respaldo de quienes han demostrado lealtad. Y esto es de mutua
reciprocidad. La felicidad solamente se logra cuando la conciencia, el alma y
el espíritu de lucha van marchando a la
par de la confianza y la lealtad.
La
Perseverancia.
Por su parte, la perseverancia es
otra virtud vital para cosechar durante el camino de la lucha revolucionaria.
Aún más necesaria si lo hacemos por imponer la democracia directa.
Mantenerse firme en una actitud, en
una búsqueda, en la consecución de los más altos ideales soñados por nosotros,
en consolidar posiciones ante los nuevos retos que se nos presentan en la vida,
en fin, conservar la lucha de lo posible es lo que vamos a entender como
perseverancia.
Arriba hemos reflexionado acerca de la lealtad y de la confianza. Ahora lo
hacemos sobre una de las cualidades que demanda mayor sacrificio de la conducta
humana: La perseverancia. Esta representa la fuerza de voluntad y la energía
que disponemos para marcar conductas y alcanzar metas viables y factibles.
Recalco lo de la viabilidad ya que no todo, a pesar de ser perseverante, puede
obtenerse en la concreción de los fines esperados. Por eso la racionalidad,
como expresión de la inteligencia humana, marcará las pautas que permitan
definir aquellos asuntos de la realidad objetiva que ameritan el esfuerzo de la
perseverancia. Pensar, por ejemplo, que podemos caminar sin mover las piernas
aunque lo deseemos con toda nuestra voluntad, es algo imposible. Asi como,
insistir en rescatar los sentimientos ya agotados que fenecen por cumplimiento
de su ciclo vital, es un esfuerzo inútil por muy noble que sea la actitud de
perseverar. Sin embargo, hacer un trabajo político para convertirnos en líder
en una determinada región es perfectamente posible. En este caso sí cuenta la
perseverancia como factor determinante para obtener el éxito.
La perseverancia es una cualidad que
debe estar siempre presente en los hombres que se consideran revolucionarios.
La perseverancia, con sus altos y bajos en nuestro estado anímico, tiene que
convertirse en una fuerza que estimule positivamente a la de autoestima. Ser perseverante es luchar por alcanzar las
metas que parecen inalcanzables. La perseverancia es una de las más
significativas cualidades humanas que debe estar siempre presente en los hombres de buena voluntad. Las metas
políticas que son en extremos complejas por lograr, con la perseverancia que
nos anima dentro del marco de los valores éticos y morales y con una gran dosis
de sensibilidad social podremos hacerlas
parte de nuestra victoria.
El
nuevo sistema político
La fase actual de transición.
En
Venezuela se inició el proceso constituyente en 1999 (poder del pueblo para
tomar decisones y dirigir la Repñublica). Esto nos ha obligado a entrar en la
nueva era de participación popular. No es nada fácil alcanzar estas metas
debido, entre otras variables, a las diferencias ideológicas y a los desniveles
culturales de la comunidad nacional. No obstante, debemos mantenernos firmes
ante el objetivo de más democracia, más participación para todos, más poder
popular, más ejercicio directo de ese poder; convencidos de que esto se traduce
en más libertad, prosperidad y felicidad para todos. Los venezolanos,
progresivamente, hemos venido concientizando la necesidad de participar
directamente en las decisiones político-económicas que hoy son exclusivas de
los centros de poder y, por ello, reclamamos una parte más activa en ese
proceso. Por lo tanto, creemos y estimulamos el surgimiento de un nuevo sistema
político, en base a un nuevo liderazgo, más auténtico, legitimado por su propio
poder de convocatoria, su trabajo político y su coherencia e integridad con los
principios del Bien Común del Colectivo Nacional.
No obstante, y a fin de ordenar la
interpretación de este proceso y de los resultados a que se pueda llegar, se
hace necesario establecer modelos de análisis de la situación actual y de los nuevos escenarios que comienzan a aparecer en la escena. Considero conveniente
que quienes participamos activamente en la política, asi como quienes se lanzan
a la construcción de nuevos movimientos políticos y quienes asumen la ciencia
social con rigurosidad, tenemos que aproximarnos a identificar esos nuevos
actores y sus tendencias ideológicas, para que pueda hacerse viable tanto el
proceso constituyente como la configuración del nuevo sistema político. Estimo
que a pesar de encontrarnos en una fase de transición, el sistema político
adquiere otros rasgos que exigen una nueva categorización de los elementos que
comienzan a ocupar sus espacios. Nuevo cuadro, de actores y tendencias ideológicas,
el cual podría asemejarse o diferenciarse radicalmente al que surja una vez consolidada
la Revolución Boivariana.
En primer lugar vamos a entender por
sistema
político de transición al
conjunto de entes, actores y sus relaciones que forman la escena política
actual y buscan la toma del poder con respaldo de alguna organización o
agrupación de la comunidad, fundamentados en una determinada concepción
ideológica y cuya finalidad es hacer prevalecer los objetivos de dirección de
la sociedad por los cuales luchan y deben confrontarse. El sistema político de
transición se transforma cuando se profundice la Revolución Bolivariana, se
acelere la traslación de poder hacia las comunidades, se masifique la
conciencia colectva con base en la ideología del Socialismo Bolivariano, se cambie
la estructura social, se desasrrolle el cambio en las relaciones de producción,
se asuma el autogobierno por parte de las comunidades organizadas y se
establezca la autogestión como nuevas relaciones en el Colectivo Nacional.
Mientras tanto, y con base en lo que
observamos, identificamos tres grandes elementos, o conjunto de actores, que
forman este sistema de transición: el
chavismo o revolucionarios, los oponentes y los sectores sociales permanentes.
Adicionalmente a los elementos ya
identificados y previamente a su definición, estimamos oportuno asumir la
vigencia de las siguientes categorías de orden político que establecen los
parámetros en que se mueven los actores del sistema. Estas categorías son: revolución,
reacción, izquierda y derecha..
En
este sentido se categoriza a la revolución como el proceso de transformación de
la base política y jurídica de la nación, a fin de crear un nueva
institucionalidad y una nueva base estructural de soporte a un nuevo sistema
político y económico, que permita la consolidación del poder constituyente como
pueblo orgaizado, el Bien Común y la Democracia Directa. El poder
constituyente es el poder del pueblo. Es la toma de decisiones de manera
soberana por parte de la comunidad organizada, para decidir su propio destino.
El poder constituyente es el ejercicio de la democracia directa.
Por su parte, la reacción es
la concepción global y el ejercicio práctico de todo lo opuesto al concepto de
revolución.
Izquierda y derecha son categorías que, a raíz de los
cambios mundiales que impusieron una nueva era de unipolaridad y globalización
mundial, perdieron vigencia y generaron confusión en el manejo de los
paradigmas ideológicos. No obstante, estimamos que debemos retomarlos para ordenar
los análisis de la fase de Revolución Bolivariana en que se encuentra
Venezuela. La izquierda nos permite identificar a quienes asumen los
cambios desde una posición revolucionaria (Cambio de Estructura). Dependiendo
del grado con que se esperan esos cambios, de un nivel mayor a otro menor, la
izquierda puede ser radical o moderada. Será radical en la medida que la meta
por la alteración estructural se haga total sin ninguna concesión a la
flexibilidad. Moderada en tanto se atenúen los niveles de ese radicalismo.
Por su parte la derecha es todo lo opuesto a los procesos de cambios.
La derecha busca mantener lo establecido, las estructuras jurídicos y políticas
sin alteración alguna y la defensa de un modo de producción capitalista sin que
se introduzcan otros experimentos de producción social (Manutención
Estructural). Es en síntesis lo que se denomina el statu quo. La derecha
puede tener también grados de radicalismo. El centro, cuando se asume
mantener lo establecido aceptando
reformas que no alteren la base funcional
del sistema político. La reacción, ya definida, cuando se opone de
manera irracional a todo proceso de cambio.
Con este marco introductorio, paso a
hacer la descripción de los tres elementos principales ya identificados como
los componentes del sistema de transición.
El Chavismo o
revolucionarios
El primer elemento es el Chavismo.
El cual se conceptualiza como la postura ideológica, sentimental o
fuertemente emocional de un individuo o grupos de individuos en relación al
proyecto de cambio y reconstrucción de la Patria, representado por el liderazgo
carismático de Hugo Chávez. Liderazgo que simboliza y sintetiza todo el
proceso de lucha política que surge con la aparición del sistema de democracia
representativa en la década del 60. El chavismo no es un bloque compacto y
homogéneo del pensamiento de quienes lo asumen. No es tampoco una concepción
ideológica única. El chavismo va más allá de Hugo Chávez. Es la acción
espontánea del colectivo en base a una posición irreductible de cambio de
sistema de vida. En el chavismo pueden coincidir las diferentes vertientes de
la interpretación del mundo y de la política. Por eso es que dentro del
chavismo identifico, hasta donde lo permite este proceso de transición, cuatro tendencias político ideológicas.
La
izquierda, la derecha, el clientelismo y la estructura de gobierno.
La
izquierda en el
chavismo, diferente a la izquierda del sistema de democracia representativa,
coincide con el líder carismático en su intencionalidad por generar el cambio del
sistema político-ideológico. No obstante, es mucho más radical en cuanto al
entorno que rodea al líder y las propuestas de cambio estructural. El sector de
izquierda del chavismo no está en el gobierno y con muy contadas excepciones
ejerce alguna cuota limitada de poder. La izquierda en el chavismo tiene una
base ideológica firma y una alta formación política. No es sumisa ni débil ante
las tentaciones que ofrece el poder. por eso es que sus posiciones son
irreductiblemente de lucha por las transformaciones que puedan lograr una
verdadera revolución.
En la derecha por su parte, aparecen dos sub-categorías: el
centro y la reacción. El centro es la tendencia predominante del sector
que ejerce el mando y mantiene la autoridad dentro de los partidos y alianzas
que apoyan al chavismo y a la Revolución Bolivariana. Considero que el Polo
Patriótico, por las debilidades internas de cada grupo que lo compone y por sus
indefiniciones ideológicas, se ubica en el centro de la derecha. Aunque hay
elementos del PSUV y sus aliados que bien pueden estar colocados en la
reacción. El centro es la actitud reformista ante los procesos de refundar la
República Socialista. La reacción, tal como ha sido definida, es la práctica y
concepción global de todo lo opuesto a la revolución. Para este sector ubicarse
dentro del chavismo y la Revolución
Bolivariana significa la realización de sus expectativas de mandar para dominar,
para usufructuar el poder con base en sus aspiraciones personales o
retaliaciones políticas. En los sectores reaccionarios del chavismo no existen
ideales de lucha, ni hay ningún tipo de meta para satisfacer expectativas del
pueblo. Sólo cuenta su posición personal y sectaria de grupo.
La tercera tendencia, el clientelismo, representa la
incorporación de quienes buscan el ejercicio del poder, sin ninguna posición
ideológica, ni consideración a la crítica situación de la población. Muy
parecida a la posición de reacción, aunque lo hacen más por su afán personal de
figurar que de cualquier otro objetivo retaliativo. El clientelismo carece de
formación política y no tiene ningún interés en ejercer la política como meta
de vida. Agréguese también al clientelismo a quienes se suman a la corriente
ganadora para lograr algún cargo público que le permita extender su subsistencia.
En el clientelismo aparecen dos sub-categorías: los oportunistas y los adulantes.
Los oportunistas se encuentran como “caimán
en boca de caño”: esperando que se asome algún negociado o alguna
migaja de pan para caerle encima sin ningún escrúpulo que lo detenga. Los adulantes son más sofisticados ya que,
manteniendo la misma actitud de los anteriores, están muy cercanos a los que
tiene el poder en toda la amplia gama de la burocracia estatal o de las cúpulas
de los partidos que mandan. Son en extremo sumisos, obedientes y sin ningún
valor ético que le permita autovalorarse sobre la base de la dignidad.
Finalmente, la cuarta tendencia
dentro del chavismo es: la estructura de
gobierno. En ésta, encuentro tres sub-categorías. El entorno presidencial, la
subestructura militar y el grupo de la burocracia estatal.
El
entorno presidencial constituido
por el conjunto de hombres del Presidente. Son sus asesores y las personas de
su mayor confianza. La substructura
militar, que no son las Fuerzas Armadas, sino un grupo de oficiales activos
que están de manera incondicional con el Presidente, tanto para suplir la
ausencia de liderazgo en su cuerpo de ejecutivos, así como para brindar
respaldo a las decisiones que toma el Presidente y que tienen incidencia en
todo el país. La tercera sub-categoría de esta cuarta tendencia lo forma el grupo de la burocracia estatal.
Directivos del aparato del estado, procedentes de los partidos de la alianza,
amigos o no el Presidente, pero en funciones ejecutivas de la burocracia
gubernamental quienes creen en mayor o menor grado en el Presidente y, a partir
de esta afinidad, desarrollar su identificación con el colectivo para cumplir
una tarea administrativa como parte de sus funciones.
Los
Oponentes
Laos
Oponentes son las fuerzas antagóncas que se confrontan con la Revolución
Bolivariana para aniquilarla y sustiturla por la reposición operativa de la
estructura reformista y neoliberal que mantiene relaciones con el poder
establecido del capitalismo mundial.
Los Sectores sociales
permanentes
Son
todos aquellas instituciones que pasan a cumplir un rol de actor en la escena
política. Instituciones que de alguna manera todavía mantienen una estructura
que les permite convivir con el resto de los elementos. Aunque posiblemente con
el surgimiento de la nuevas relaciones que se den entre la sociedad, el
gobierno y el estado, puedan desaparecer o reestructurarse su funcionamiento
interno. Esto sectores son: las Fuerzas Armadas, la iglesia, los gremios, las
asociaciones, los medios de comunicación y los generadores de opinión.
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