Entre rumores y amenazas de golpe, tipo 11-A, me despierto a esta hora de la madrugada para escribirte un mensaje, un par de preguntas y algunas indicaciones.
Espectáculo nocturno éste, que contemplo desde mi balcón. Piso 11 que me permite ver hasta Margarita. Como estoy enfrente de la bahía de Guaraguao, diviso todos los buques de gran calado que van al Complejo de Jose y a los muelles de la Refinería a buscar su carga. Petróleo, gas y gasolina salen por el Caribe, vía Atlántico, hasta la costa oriental de EE.UU. El 35% del total de la exportación nacional se embarca por aquí.
Esos buques de noche se anclan justo a la vista de mi proyección horizontal. Aguardan la salida del sol, el amanecer para llenar sus bodegas y enrumbar su proa 0º grados a suplir el mercado del mundo occidental, de los países del norte, del imperio que cunde de hegemonía a todo el sur. Sus luces, cual barquitos de juguetes, de aquellos que vimos con hileras de puntos brillantes en sus mástiles, forma de triángulo iluminado, se unen a las de la ciudad. Destellos reflejados en las aguas del mar tranquilo, de olas serenas que revientan suavemente, con sonar débil y permanente, derramando sobre la arena la espuma blanca solidaria. De este lado, justo debajo de mis pies, se abre a la inmensidad la playa. Lugar de placidez que desde hoy y hasta el domingo, recibe a alegres y despechados, amantes y compañeros, a todos los que acuden a bañarse de sus calores y soplos de brisas, para despejar la semana del trabajo habitual. Llenarse de la belleza del paisaje que les devuelve la magia del amor.
La noche es oscura, muy oscura. La salva de la penumbra esa cadena de focos encendidos que agarran los extremos de tierra firme, Paseo Colón y El Morro. Forman una semicircunferencia de brillo que expele su luz hasta la luna escondida, que no resiste el resplandor marino.
Que calma tan imperturbable. Hasta los vientos están de reposo. Nada se mueve. No hay alma deambulando ni vehículo marchando a laborar. Nadie afuera. Sólo arena, tronar de olas y reflejo artificial. Y ahora, un enamorado asomado al espacio libre, sin nada que lo detenga, sin barandas que lo protejan, contemplando las sensaciones que le mueven a amar. Que loco, ahí esta, desnudo en medio de la quietud oscura, integrándose al paisaje, rompiendo el croquis del dibujo natural. Retando a la noche, porque pretende encenderla con su propia luz. Destellos que salen de su aura. Centellas que arrojan sus pensamientos clavados en esa mujer. No dormir, es la orden de su corazón. No quiere abandonar el embrujo de la seducción aún misteriosa de Alessia, que así ella se nombra. Aunque lo llamo a él, loco desnudo de la madrugada y lo invito a continuar con el sueño de su reposo, él se niega. Quiere continuar con ella a su lado, en su memoria, en su recuerdo. Construyendo fantasías de una realidad que todavía no llega. Pero que le anima a vivir. Ahí se queda. Quiere ver el amanecer, recibir el sol y acompañar a los buques hasta su puerto de carga. Tiene la intención de no dormir más hasta besarla, a ella, en la boca. Que siga allí, escuchando otra vez la música que no para de sonar. Lo dejo en su singular mundo impregnado de ilusiones. Buscando a su amada, transmutándose a Caracas donde Alessia para ver como es, donde está, qué le ocurre a la mujer de sus nuevos sueños. Qué loco...amaneceré trasnochado
viernes, 10 de febrero de 2012
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