Dice Quintero en su cuento que mi abuelo tenía una vaca que se alimentaba de morocotas y que un buen día esa vaca amaneció muerta a la orilla del río y los zamuros se la comieron. Agrega Quintero que mi abuelo buscó la escopeta y se pasó el resto de su vida cazando zamuros. No les perdonaba que le hubieran comido a su vaca.
Entonces para alcanzar a tantos zamuros mi abuelo cambió de escopeta. La vieja Winchester de 2 tiros y corto alcance no era la apropiada. Con sus ahorros se fue al pueblo y en la armería le dijeron que en la capital podía conseguir lo que quería. Tomó el autobús y viajo toda la noche. Buscó la dirección indicada y la miró en la vitrina. Era la AA 12 con tambor de 32 cartuchos, automática, de largo alcance y mira telescópica. La “escopeta letal” la llamaban. Los zamuros no se escapaban de ser blanco fijo. Mi abuelo afinó su puntería y bajaba de las nubes hasta los 1.000 metros de altura, a todo zopilote que se asomaba en la mira. Pero se le presentó un problema: la recolección de los animales muertos. Pensó que un perro cazador sería la solución y recordó que otro conuquero, Blas, tenía un weimaraner ya no tan cachorro. Decidido a no frustrar su meta, fue de visita donde Blas a pedirle precio por Chano, que así se llamaba. Pero Blas no lo vendía. “…alquílamelo…” le dijo. Blas movió la cabeza negativamente y le respondió “…No, tampoco eso. Te lo puedo prestar por solo una semana…”
Mi abuelo enseñó a Chano a buscar a los zamuros muertos y a seleccionarlos: los de la morocota tenían una protuberancia entre el cuello y el vientre. Esos eran los que debía traerle. Los otros se quedaban donde caían. Chano, por ser un perro de inteligencia instintiva aprendió rápido, y además como buen observador vio como mi abuelo le extraía a los zamuros la morocota. Chano entonces, por lealtad con su amo, le llevó un zamuro a Blas y le mostró la protuberancia y como debía sacar lo que adentro estaba. Sorprendido por lo que encontró, le indicó que trajera más. Mi abuelo pilló lo que hacía Chano y lo siguió para saber que hacía con sus presas. Al descubrirlo apuntó la AA 12 contra Chano y Blas, y a punto de accionar el disparador apareció Gala, el Ángel de la Tierra, protector de la vida, justiciero de la matanza de animales y luchador contra la avaricia y de un suplido envió a varios kilómetros lejos a mi abuelo. Desde ese día no supimos más de él. Pero también desde ese día no deja de visitar el conuco un inmenso zamuro negro con una collarín amarillo idéntico al de mi abuelo.
martes, 17 de enero de 2012
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