Hay que revisar el concepto y funciones actuales del “Partido” a fin de acoplarlo a la dinámica del Proceso Revolucionario Venezolano. Su rol de intermediación entre el Estado y las comunidades bajo la metodología del clientelismo corresponde a una etapa ya superada.
La concepción teórica del Partido y su ejercicio en la práctica revolucionaria de hoy y el futuro inmediato es una forma de mantener el “statu quo” de dominio hegemónico que ejerce la Contra-revolución mundial por vía de los actos imperialistas de las potencias que controlan al mundo. Partido es un factor político de manutención estructural y no de emancipación del colectivo. Por eso es que su práctica no se fundamenta en la generación de conciencia política a las comunidades sino que consolidan una relación basada en el clientelismo.
El clientelismo, práctica contrarrevolucionaria, es sinónimo de puntofijismo, demagogia, democracia representativa, pragmatismo, es decir, la postura política de la conveniencia y manipulación que se le hace al colectivo para alcanzar objetivos particulares. Vamos a entender por clientelismo el intercambio de beneficios entre un elemento de poder y otro ser menesteroso, privado de ese poder, mediante el cual el poderoso entrega protección y satisfacción de necesidades materiales; y el menesteroso le corresponde con su conciencia.
Los partidos y movimientos políticos vigentes en Venezuela son clientelares. Aunque sostengan su apego a un nuevo orden social basado en la Constitución Bolivariana, apoyen al Proceso Revolucionario, se identifiquen con el chavismo, a pesar de todo lo que declaren sus dirigentes, su práctica no es revolucionaria. No han podido deslastrarse de la cultura que hemos heredado de la IV República. Valga decir: (i) sigue la cúpula siendo el ente que decide todo; (ii) se apropia de las instancias populares y se le arrebata al colectivo organizado la potestad de la participación para definir su propio destino; (iii) organiza a la militancia para asumir el poder desde la concepción burocrática (usufructo de poder y clientelismo); (iv) ausencia de humildad en las inter-relaciones personales, auspiciando consciente o inconscientemente la rivalidad entre todos; (v) carencia de voluntad para sumarse a la acción solidaria de abrirle los espacios al poder popular; (vi) ausencia de disposición para estimular al colectivo a asumir el autogobierno como precepto de la emancipación plena del colectivo y del nuevo ser revolucionario.
La coyuntura de la Campaña Admirable y el escenario del 2012 arroja una situación de confrontación con las fuerzas contra-revolucionarias que demanda de todas las organizaciones políticas a asumir las nuevas funciones que postula el Proceso Revolucionario: iniciar la nueva Etapa de la Revolución Bolivariana –a partir del 2013- identificada como la del Cambio de Estructura para que se preparen las condiciones de concretar en los colectivos organizados (Comunas) el Autogobierno; transformando en esta Etapa a las Gobernaciones y Alcaldías en Vocerías Populares.
Por Cambio de Estructura vamos a entender: el acto de transformar, sustituir o reemplazar la base de funcionamiento de un ente, componente o elemento y sus relaciones; por otro cimiento, razón o génesis a fin de crear un nuevo origen y racionalidad entre todos los factores que intervienen en sus conexiones y enlaces. Es arrancar de raíz todo indicio de sostén de los factores contra-revolucionarios y reformistas que dejan abierta la brecha para que se mantenga o perpetúe el capitalismo.
Por su parte, en simbiosis con el cambio de estructura aparece la potencia del autogobierno; valga decir, el acto autogestionario de un colectivo organizado para asumir su dirección a fin de alcanzar las metas de la emancipación plena decididas en asambleas de ciudadanos de manera autónoma y soberana.
Cambio de Estructura y Autogobierno tienen que ser los objetivos de lucha de todas las organizaciones políticas identificadas con la Revolución Bolivariana en la nueva etapa del Proceso.
La intermediación clientelar como elemento característicos de estas organizaciones políticas en el momento actual no puede continuar siendo su fin. Mucho menos ahora cuando esa gestión la va a cumplir la organización de los colectivos como Consejos Comunales; Consejos de Trabajadores; Consejos Estudiantiles. El surgimiento de los Voceros incide de manera determinante en derrumbar la estructura cupular como entidad rectora de las decisiones que le competen al colectivo. La vocería también va a dejar de lado la rivalidad; pues, ya no será el individuo quien tomará las decisiones. Éstas, serán procesadas en colectivo bajo la metodología asamblearia. Por eso es que los rasgos predominantes en esta fase del Proceso, los Partidos y organizaciones afines tienen que comenzar a ajustarse a lo que será su futuro inmediato.
El papel del partido y las organizaciones afines sigue siendo vital. Principalmente el de instrumento electoral. Es significativo señalar que en el nuevo paradigma establecido en 1997 --decisión del MBR200 de ir a las elecciones en 1998-- la revolución se busca, se alcanza y se consolida por la vía electoral. Camino para crear el poder popular. Y ese camino lo construye, lo induce y lo enseña el partido y demás organizaciones políticas afines. Por lo tanto, esa será la ser la razón existencial del partido y organizaciones afines: ir a las elecciones para tomar el poder y transferirlo a la comunidad organizada.
La lucha del partido y organizaciones políticas, bajo la orientación de transferirle el poder al pueblo, tiene que fundamentarse en: (i) darle sustentabilidad a la formación ideológica y a la enseñanza cultural de la concepción revolucionaria como cambio de estructura y autogobierno; (ii) profundizar las diferencias entre reforma y revolución a fin de que se asuman las etapas y fases del Proceso para consolidar el Bien Común del colectivo y Buena Voluntad del nuevo ser revolucionario; (iii) capacitar a las comunidades para el ejercicio del poder popular y, muy particularmente, la ejecución del mandato constitucional por vía de las 5 leyes promulgadas con esta finalidad; (iv) generar la carrera del militante político con base en la formación teórica, su ejercitación práctica y su sometimiento a las decisiones asamblearias de base; (v) contribuir con el poder del Estado en la preparación del pueblo para la defensa integral de la Nación; (vi) estimular el convencimiento en cada individuo que la revolución no es pragmatismo sino espiritualidad, lo que determina una concepción del mundo y de la vida totalmente diferente a la reformista; (vii) colocarse a la orden del gobierno nacional para ampliar la base política en las comunidades con el objeto de desarrollar las líneas estratégicas de los planes del gobierno revolucionario.
Debemos internalizar la humildad y prepararnos para entrar en la nueva Etapa del Proceso Revolucionario como vía para consolidar el poder popular.
Por lo tanto, para avanzar en la Revolución Bolivariana el Partido y las organizaciones políticas afines tienen que asumir su nuevo rol como lo es el de “Instrumento Político” al servicio de la comunidad.
Racionalidad del Instrumento Político
Para interpretar el significado del Instrumento Político en el marco de la nueva etapa de la revolución bolivariana hay que definir el espacio político en el cual se desarrollará. Eso implica precisar tres variables que determinan el proceso revolucionario: (i) elecciones, (ii) cambio de estructura y (iii) sistema político-social basado en el autogobierno.
En primer lugar, hay que ubicarnos en el escenario de la lucha por alcanzar la revolución. Ésta, a partir de 1997, se libra por la vía electoral. El nuevo paradigma del siglo XXI establece que la revolución se inicia, se desarrolla y se consolida a través de los actos electorales de carácter revolucionario. Las elecciones son el instrumento para tomar el poder y transferirlo a las comunidades organizadas. Léase bien, tomarlo para cederlo, entregarlo, darlo al pueblo. Acción política diametralmente opuesta a las elecciones cuando son empleadas para mantener el poder cupular de los cogollos.
El acto electoral de carácter revolucionario incide en la concepción ideológica del poder. En la reforma, o modelo político de la democracia representativa, las elecciones son un instrumento para perpetuar en el poder a las clases dominantes. Mientras que en la revolución las elecciones son la vía para emancipar al colectivo nacional. Al transferir el poder, o toma de decisiones, a la comunidad organizada se está generando un cambio en las relaciones de poder. La dirección de la sociedad deja de ser un privilegio de las cúpulas y empieza entonces un proceso de adecuación de las comunidades organizadas a ejercer el mando sobre sus respectivos colectivos.
Por otro lado, la comunidad organizada al tomar decisiones sobre los asuntos de su competencia, que es lo mismo que definir su propio destino de manera autónoma, entra en la dimensión del ejercicio de la democracia directa. Empleando el método asambleario, la comunidad no va a requerir de la intermediación de ningún otro ente ajeno a sus propias estructuras. La existencia de las 5 Leyes del Poder Popular es lo más aproximado para explicar el cambio en las relaciones de poder dentro de la dimensión del cambio de estructura.
Los Consejos Comunales, integrados por voceros electos en la asamblea comunitaria, es ahora la instancia que decide sobre las políticas públicas y los planes de desarrollo para su prosperidad individual y colectiva. La mancomunidad de éstos, constituye la Comuna, la cual será el espacio político-territorial para la práctica del nuevo modelo de sociedad sustentado e el Socialismo. Por lo tanto, el propio aparato burocrático del Estado no se involucra en el proceso decisorio. La autonomía radica en el Consejo Comunal el cual es concebido, creado y electo por la asamblea de ciudadanos de la comunidad. En todo caso, el Estado debe cooperar y capacitar a la comunidad para que pueda ejercer, de manera satisfactoria, los roles que establece la ley. Pero no se debe involucrar en el proceso de toma de decisiones.
Cuando nos referimos al Estado, estamos hablando de los gobiernos locales y regionales, así como de las instancias descentralizadas del gobierno nacional. Pero también, se incluyen a los partidos políticos y organizaciones políticas afines, los cuales ahora no van a ser intermediarios ante el propio Estado. En la gestión de la reforma, los partidos políticos eran el brazo ejecutor –bajo el método del clientelismo- de las comunidades. Su rol era carnetizar a todo aquel que se beneficiara de su acción y, por lo tanto, pasar a convertirse en un número que sumara votos al momento de la elección. Compraban conciencia a costa de la menesterosidad.
Ahora ese rol no debe existir más. El partido político ya no va a comportarse como activador del clientelismo. El partido político será instrumento político para tomar el poder, transferirlo al pueblo y capacitar a la comunidad para que lo ejerza. Ese será el rol del partido en la nueva etapa del Proceso por el que debe trabajar quienes se agrupan alrededor de la Revolución Bolivariana. El Partido transformado en Instrumento político surgirá ateniéndose a las variables que determinan el Proceso Revolucionario. Esa es su racionalidad.
La interpretación de lo que significa cambio de estructura, objetivo central de la revolución, es la explicación del por qué el Partido y demás organizaciones políticas afines dentro del Proceso Revolucionario venezolano no será igual a las experiencias históricas habidas hasta ahora. La descripción hecha nos permite elaborar un marco teórico nuevo que justifique un concepto inédito de su accionar en el sistema político venezolano. De tal manera, que las alusiones a ejercicios de partidos que han existido anteriormente y que existen en la actualidad, críticas negativas y hasta positivas; así como, sugerencias que induzcan a imitar a otras relaciones similares, no pueden ajustarse a una verdad materializada en hechos concretos, ya que lo que se va a crear no tiene parámetros referenciales iguales.
lunes, 29 de agosto de 2011
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