Mas que materia somos espíritu. Energía procesada y transformada en actos. Cuando lo que puede ser se queda sin acto es simplemente potencia. Deseos de materializar algo sin efecto. Pero cuando nuestra voluntad se une a la potencia se concreta el acto, se hace tangible la idea, expectativa o esperanza.
En revolución se necesitan los actos del colectivo para que se realice la meta común de consolidar el nuevo modelo de sociedad y la concepción de una nueva vida distinta al capitalismo. Esa acción concreta de realización en el escenario político que está hoy vigente y que apunta a la coyuntura del 2012 es la que vamos a identificar como la fuerza A,B.
Entonces la fuerza A,B es la voluntad puesta de manifiesto por el revolucionario para materializar la traslación revolucionaria (transferencia de la toma de decisiones a las comunidades organizadas). La fuerza A,B es una acción autogestionada por convicción y espontaneidad para actuar en los distintos campos operacionales que el escenario de la campaña admirable demanda: (i) formación Ideológica, (ii) conceptualización teórica y (iii) cambio de estructura.
La fuerza A,B se compone de vectores, es decir, los elementos energéticos del individuo, del grupo comunitario o de la masa revolucionaria que generan la energía morfogenética, entendida ésta como la potencia centrifugadora de acciones múltiples que crean de la nada o de un inicio objetos, metas y elaboraciones tangibles verificables y transformadora de las realidades (cultura, pensamiento y naturaleza humana), para elevar la conciencia, transferir el poder a las comunidades y alcanzar el máximo nivel de consolidación de la revolución, valga decir, materializar la plenitud del Bien común y el Buen vivir del colectivo.
Considero que los vectores que constituyen esta fuerza A,B son dos: el 1,2 que comprende la espiritualidad del ser humano; y el vector 3,4 que está referido a la racionalidad del individuo.
El vector 1,2 lo identificamos como la energía interior del ser que lo mueve, lo incentiva, lo empuja a alcanzar, decididamente sin dejarse vencer por las adversidades, los objetivos revolucionarios. Es lograr un nivel de absoluta disposición para luchar por sus creencias, sus ideas y sus razones. Esa vitalidad interior pujante es consecuencia de los factores espirituales que intervienen en el yo interior del individuo. Factores que deben ser madurados, trabajados internamente por cada revolucionario. Los factores espirituales tienen que entenderse para asimilarlos o, si no se ha alcanzado ese nivel de claridad todavía, descubrirlos y procesarlos a fin de hacerlos parte de su vida cotidiana.
Considero cuatro factores como los básicos generadores del dinamismo que el individuo necesita para ser un aliado incondicional de por vida al Proceso Revolucionario. A esos factores los clasifico por su atributos valorativos en rangos jerárquicos de la siguiente manera: (i) los principios y virtudes del individuo; (ii) la unidad colectiva, creadora del espíritu de cuerpo; (iii) el sentido de pertenencia al Proceso; y (iv) el pleno compromiso con la revolución.
El vector 3,4 entendido como la racionalidad del individuo (razón basada en un marco conceptual teórico), se bifurca en dos direcciones: (i) conciencia y (ii) talento. La conciencia es el resultado de la producción intelectual generada por el estudio disciplinado y permanente, la investigación creadora y la elaboración de conocimientos procesados. Se identifica este nivel cognitivo del ser, cuando se construyen los juicios por la vía de la asociación de conceptos cuya relación y sumatoria final conduce a la organización del pensamiento crítico. Condición necesaria para objetar el efecto de la alienación cultural. Punto de partida para producir cambios en el sistema cultural heredado de la IV República.
El establecimiento de la Revolución, se elevará a dimensiones de franco desarrollo cuando se produzca, domine e internalice íntegramente la Fuerza A,B. Los nuevos diputados, los precandidatos a cargos en el primer trimestre del 2011, los potenciales candidatos a Alcalde y Gobernadores, los aspirantes a dirigir el partido, y, principalmente, el colectivo revolucionario hacedor del poder popular (en fase de construcción) y único elemento indispensable para hacer una revolución tiene que asumir su energía morfogenética identificada en la fuerza A,B para crear el acto revolucionario. De no ser así todo se quedará en potencia y se diluye en las intenciones para dar espacio a la contra-revolución.
sábado, 18 de diciembre de 2010
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