Lo
que dejó Río+20
Sally
Burch
ALAI
AMLATINA, 27/06/2012.- La adopción de un tímido plan multilateral
frente
a los problemas ambientales del planeta; el bloqueo parcial a la
legitimación
del discurso que plantea la “economía verde” como solución
a
la crisis ambiental; y una agenda convergente renovada de los
movimientos
sociales, son algunos de los aspectos a destacar de los
grandes
encuentros mundiales que se desarrollaron en días pasados en Río
de
Janeiro, bajo el paraguas de Río + 20.
La
Declaración política de la Conferencia de Naciones Unidas sobre
Desarrollo
Sostenible (20-22 de junio), titulada El Futuro que Queremos,
es,
como muchos documentos intergubernamentales de su género, una mezcla
contradictoria
de afirmaciones, recomendaciones, reconocimientos y
algunos
compromisos, donde se yuxtaponen enfoques de desarrollo,
propuestas
empresariales y visiones de nuevos paradigmas.
El
plan de acción abarca una veintena de áreas, que incluyen desde la
erradicación
de la pobreza hasta los bosques y la biodiversidad, pasando
por
seguridad alimentaria, ciudades, océanos, montañas y minería, entre
otras.
Pero queda muy corto en relación al tamaño del desafío; sobre
todo
cuando no cuenta con recursos para su implementación, puesto que la
propuesta
del G77 de crear un fondo de 30 mil millones de dólares fue
rechazado
por los países más ricos que se negaron a asumir nuevos
compromisos
financieros.
El
hecho de que el documento final refleje una solución de compromiso,
con
cierto equilibrio entre las posiciones planteadas por los países
desarrollados
y aquellas del G77 más China (que agrupa a más de 130
países
en desarrollo y economías emergentes), es sin duda un reflejo de
la
nueva correlación internacional de fuerzas, donde países como Brasil,
China
e India están haciendo valer su nuevo peso económico en la
política
internacional.
No
cabe duda que Brasil, como país sede, jugó un rol clave para
conseguir
la aprobación de la Declaración la víspera del inicio de la
Conferencia,
luego de que, a partir del viernes 15, asumió la
presidencia
de las negociaciones, con una postura de propiciar
consensos,
pero con firmeza frente a las presiones de los países
desarrollados.
Así se evitó un escenario bochornoso como el de las
negociaciones
del clima en Durban (en diciembre pasado).
Entre
los temas en los cuales el G77 no cedió está el de la economía
verde,
que algunos actores pretendían que sustituya al concepto de
desarrollo
sostenible (consagrado por Naciones Unidas hace 20 años en la
Cumbre
de la Tierra Rio 92). Si bien se la incluye como capítulo de la
Declaración,
queda reducida a una simple herramienta del desarrollo
sostenible.
Estos países incluyeron, además, una seria de salvaguardas
destinadas
a proteger sus procesos y formas propias de desarrollo, como
la
soberanía sobre sus recursos naturales, o el fortalecimiento de la
población
indígena y el respeto a sus enfoques no mercantiles.
La
propuesta de la economía verde es un concepto vago, impulsado por el
sector
empresarial y sus gobiernos aliados, con el patrocinio del
Programa
de Naciones Unidas para el Medio Ambiente -PNUMA-. Pretende que
las
medidas de protección ambiental puedan convertirse en una actividad
altamente
rentable, lo cual repercutiría en mayor inversión privada en
ellas.
Por ello, sus defensores la presentan como una solución, no sólo
a
la crisis ambiental, sino también a la económica. Pero muchas voces
críticas
han develado que el poner precio a todo, representa una
justificación
para la mercantilización a ultranza de la naturaleza. (1)
Ahora,
por lo menos, será más difícil utilizar la Declaración de Río
como
justificación para el proyecto de mercantilizar la naturaleza bajo
el
paraguas de la economía verde.
Este
pequeño logro mucho se debe a la campaña de denuncia y rechazo de
la
economía verde desarrollada en el último semestre por una diversidad
de
movimientos sociales a través del mundo, que le restó legitimidad.
Toda
vez, no se puede cantar victoria. Con este u otro nombre, el
proyecto
de la "economía verde" y los intentos de colocar a toda la
naturaleza
bajo las leyes del mercado, proseguirán por otros caminos.
Justamente,
en el marco del Foro Corporativo Sustentable, como parte de
la
Conferencia de la ONU, el sector privado presentó su “Declaración de
Capital
Natural”, suscrita por ejecutivos de instituciones bancarias,
compañías
de seguros y agencias de inversiones, según la cual, lo que
llaman
“activos”, como el agua, el aire, el suelo y los bosques,
representa
un “capital fundamental”, que atañe a los negocios de las
empresas.
Además,
los enfoques empresariales constan en varios párrafos de la
Declaración
de la Conferencia, que contiene frecuentes referencias a las
"alianzas
público-privadas" para financiar el desarrollo sostenible, que
implica
una virtual privatización de la cooperación internacional.
También
se habla reiteradamente de "crecimiento económico sostenido,
incluyente
y equitativo", que resulta contradictorio con el concepto de
sostenibilidad
ambiental.
Agenda
de luchas renovada
El
otro gran evento de Río + 20 fue la Cumbre de los Pueblos por
Justicia
Social y Ambiental (15-22 de junio). Como la mayoría de Cumbres
sociales,
si bien se abordó la reflexión teórica, no fue tanto para
profundizarla,
sino para socializarla con miras a establecer enfoques
comunes;
como también para compartir y concertar temas, estrategias,
luchas
y campañas.
“La
Cumbre de los Pueblos es el momento simbólico de un nuevo ciclo en
la
trayectoria de luchas globales, que produce nuevas convergencias
entre
movimientos de mujeres, indígenas, negros, juventudes,
agricultores/as
familiares y campesinos, trabajadores/as, pueblos y
comunidades
tradicionales, quilombolas, luchadores por el derecho a la
ciudad,
y religiones de todo el mundo”, señala la Declaración de la Cumbre.
Los
actores sociales presentes convergieron en plenarias temáticas,
seguidas
de asambleas para poner en común sus análisis, propuestas de
solución
y agendas de lucha. Los debates abordaron temas como derechos,
defensa
de los bienes comunes contra la mercantilización, energía,
industrias
extractivas, soberanía alimentaria, empleo y trabajo digno.
De
las cinco plenarias, se desprende una visión bastante coincidente de
las
causas de las crisis actuales -que la Declaración resume como: “el
sistema
capitalista patriarcal, racista y homofóbico”- y el rechazo a
las
falsas soluciones.
La
agenda de luchas y campañas, bastante amplia y diversa -como no podía
ser
de otra manera en un encuentro tan heterogéneo-, enfrentará el reto
de
aterrizar en algunas acciones y metas de mayor envergadura. Entre
ellas
podemos mencionar la campaña global para confrontar el poder de
las
corporaciones transnacionales y sus crímenes contra la humanidad,
cuyo
lanzamiento se realizó en la Cumbre. La campaña es impulsada por un
abanico
de redes y coordinaciones sociales de distintos sectores, bajo
el
lema: “Desmantelemos el poder de las transnacionales y pongamos fin a
la
impunidad”.(2)
Uno
de los hechos destacados de la Cumbre fue la gran marcha del 20 de
junio
(día del inicio de la Cumbre oficial) en la participaron, según
estimaciones,
entre 50 y 100 mil personas que desfilaron por la zona
céntrica
de Río, y que, a pesar de la distancia de 40 km, resonó en la
conferencia
oficial. Para los movimientos brasileños, la marcha fue sin
duda
un hito histórico que, según dirigentes sociales del país, tendrá
un
impacto en la política nacional.
Un
segundo hecho destacado fue la solidaridad con Paraguay,
particularmente
en la asamblea final del viernes 22 -cuando ya corrían
rumores
del inminente fallo del Senado para derrocar al presidente
constitucional
Fernando Lugo-, en la que se condenaron las pretensiones
golpistas
contra la democracia y los procesos de cambio en América Latina.
En
términos más formales, el contacto de la Cumbre con el espacio
oficial
se concretó mediante un diálogo de una hora con el Secretario
General
de la ONU, Ban Ki-moon, donde una delegación entregó las
propuestas
de la Cumbre y expresó la frustración y decepción frente a
los
pobres resultados de la Conferencia oficial.
Avances
y retrocesos
Muchas
voces están denunciando el fracaso de Rio + 20, y desde la
perspectiva
de la urgencia de las crisis que enfrenta el mundo, sin duda
logró
muy poco. No obstante, hubiese sido mucho más grave el no haber
logrado
ningún acuerdo, o el haberse impuesto la versión inicial de la
economía
verde. Bien o mal, a pesar de la disminuida credibilidad que
tiene
actualmente Naciones Unidas, las conferencias mundiales siguen
figurando
entre los pocos espacios donde los gobiernos del mundo pueden
contraer
compromisos y definir políticas comunes en temas globales, como
la
sobrevivencia del planeta.
El
documento contiene algunos avances conceptuales, como un
reconocimiento
(escueto) a la idea de derechos de la naturaleza (mas no
se
dio paso a la propuesta de elaborar una Declaración mundial de la ONU
en
esta materia); también hay referencias a una visión holística del
desarrollo,
y a distintos enfoques, visiones, modelos y herramientas. Se
reconoce
la relación especial entre pueblos indígenas y diversidad y su
rol
en su conservación. Y si bien aún no se han fijado nuevas metas de
desarrollo
sostenible a partir de 2015, para dar continuidad a las metas
del
milenio, sí se puso en marcha un mecanismo para su elaboración.
Tampoco
se definió la nueva institucionalidad de la ONU para el manejo
del
tema ambiental; pero si se acordó crear un foro político
intergubernamental
de alto nivel para discutir el tema y vigilar la
aplicación
de los planes de desarrollo sostenible.
Es
de anotar también que el marco de las negociaciones fue bastante más
transparente
que en algunas conferencias anteriores, con acceso a los
documentos,
incluso para los observadores, sin las consabidas reuniones
a
puertas cerradas de algunos países para imponer decisiones a los demás.
Sin
duda hay muchos otros temas ausentes o insuficientemente
desarrollados
en el documento. Pero no valdría por ello perder de vista
los
retos en adelante: esto es, impulsar la implementación de lo que los
gobiernos
ya han comprometido, a la vez que profundizar los compromisos.
Para
ello, será clave el encaminamiento de las propuestas y agendas
concertadas
en la Cumbre de los Pueblos, que abren nuevas perspectivas.
-
Sally Burch es periodista de ALAI.
(1)
Al respecto, ver la revista: "El cuento de la economía verde",
América
Latina en Movimiento, No. 468-9, ALAI, Quito, septiembre-octubre
(2)
Para más información ver la revista: "Capital transnacional vs
Resistencia
de los Pueblos, América Latina en Movimiento, No. 476, ALAI,
Quito-Rio
de Janeiro, junio 2012. http://alainet.org/publica/476.phtml
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