os partidos políticos y sus semejantes tienen que transformarse. Acoplarse a la dinámica que impone la evolución del Proceso. Su rol de intermediación entre el Estado y las comunidades bajo la metodología del clientelismo corresponde a una etapa ya superada. El clientelismo es sinónimo de puntofijismo, demagogia, democracia representativa, pragmatismo, es decir, la postura política de la conveniencia y manipulación que se le hace al colectivo para alcanzar fines particulares o grupales. Clientelismo es la práctica de la reforma. Pues bien, los partidos y movimientos políticos vigentes en la escena política actual son clientelares, incluyendo al PSUV. Aunque sostengan su apego a un nuevo orden social basado en la Constitución Bolivariana, apoyen al Proceso, se identifiquen con el chavismo, a pesar de todo lo que manifiesten sus cúpulas dirigentes, su práctica no es revolucionaria. No han podido deslastrarse de la cultura que hemos heredado de la IV República. Valga decir:
(i) sigue la cúpula siendo el ente que decide todo (mejor conocido como el dedo);
(ii) se apropia de las instancias populares y se le arrebata al colectivo organizado la potestad de la participación para definir su propio destino;
(iii) se organiza a la militancia para asumir el poder desde la concepción burocrática sinónimo de usufructo del poder;
(iv) ausencia de humildad en las inter-relaciones personales, auspiciando consciente o inconscientemente la rivalidad entre todos y la arrogancia individual;
(v) actitud sectaria en lo que respecta a la creación de una plataforma que unifique a todos los factores “revolucionarios” para alcanzar las metas estratégicas de la revolución.
Ahora bien, estamos en una coyuntura que hace propicio el momento para empatarse en la transformación revolucionaria. La coyuntura más significativa que genera el 2012: la reelección presidencial, tiene que estimular a todos las organizaciones políticas, principalmente al PSUV, a asumir un nuevo rol. La intermediación clientelar no puede ser el fin del partido. Mucho menos ahora cuando esa gestión la van a cumplir los Consejos Comunales. El surgimiento de los Voceros, como instrumento que lleva la voz de la instancia real del poder como lo es la Asamblea de Ciudadanos, incide de manera determinante en derrumbar la estructura cupular como entidad rectora de las decisiones que le competen al colectivo. La vocería también va a dejar de lado la rivalidad; pues, ya no será el individuo, alcalde, concejal, diputado, gobernador, candidato o cualquier elemento que administre una cuota del poder del Estado, quien tomará las decisiones. Éstas, serán procesadas en colectivo bajo la metodología asamblearia. Por eso es que los rasgos predominantes para alcanzar la meta de la reelección en el 2012 con 10 millones de votos está basada en la conciencia de la militancia de base del PSUV para acoplarse a la nueva dinámica morfogenética que exige el surgimiento de la fuerza de abajo hacia arriba.
Es significativo señalar que el paradigma establecido en 1997, la revolución se busca, se alcanza, se consolida por la vía electoral. Y esa vía la construye el partido político. Pero, ojo con esto, no es la vía electoral para usufructuar el poder. Eso es repetir el esquema reformista de la IV República. El acto electoral a asumir el Partido en su nuevo rol es el revolucionario: ir a las elecciones para tomar el poder y transferirlo a la comunidad organizada. Complementa la razón de ser del partido político metiéndose de lleno en darle consistencia a los postulados del poder popular. Su lucha está orientada a:
(i) darle sustentabilidad a la formación ideológica y a la enseñanza cultural de la concepción revolucionaria como cambio de estructura;
(ii) profundizar las diferencias entre reforma y revolución a fin de que se asuman las fases del Proceso para consolidar el bien común del colectivo y el buen vivir;
(iii) capacitar a las comunidades para el ejercicio del poder popular;
(iv) generar la carrera del militante político con base en la formación teórica, su ejercitación práctica y su sometimiento a las decisiones asamblearias;
(v) contribuir con el poder del Estado en la preparación del pueblo para la defensa integral de la Nación;
(vi) estimular la convicción que la revolución no es pragmatismo sino espiritualidad, lo que determina una concepción del mundo y de la vida totalmente diferente a la reformista; y
(vii) luchar internamente para establecer en su militancia, incluyendo a sus dirigentes, que en la revolución la rivalidad no es la esencia, lo es la humildad.
O el PSUV se acopla a su nuevo rol o el pueblo organizado le pasará por encima.
izarraw@cantv.net
lunes, 13 de diciembre de 2010
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