El modelo del ejercicio político implícito en la construcción del SSXXI es la democracia revolucionaria. Esto es el modo de ejercer los derechos ciudadanos, consagrados en la Constitución Bolivariana, para dirigir la sociedad con base en el cambio de estructura que lo sustentan sus tres postulados fundamentales: (i) el bien común (cambio en las relaciones sociales), (ii) la participación directa (cambio en las relaciones de poder) y (iii) la producción social (cambio en las relaciones de producción). La democracia revolucionaria es diametralmente opuesta a la democracia representativa, pero es sinónimo de democracia directa. Busca la democracia revolucionaria establecer el poder popular que es en última instancia la razón de ser del proceso revolucionario. El poder popular se basa en la transferencia de la toma de decisiones al pueblo organizado.
Cuando el pueblo de manera consciente, estructurado en unidades socialistas planificadas y siguiendo las metas que trazan los proyectos para la emancipación soberana del colectivo, se asciende a un nuevo estadio en la evolución de la sociedad. Esta acción se traduce en participación directa lo que significa que la dirección del gobierno, las líneas maestras (tácticas y estratégicas) que definen el rumbo de la República y la concepción filosófica del ser para el ejercicio político, lo determina el mismo pueblo sin la intermediación de entes colaterales o de intermediación. Esencia, pues, de la democracia directa. Nada fácil de alcanzar, pero es la lucha que libra hoy el Proceso Revolucionario. La democracia directa o democracia revolucionaria, que para mi es lo mismo, requiere de consciencia, capacidad de asimilación, voluntad y constancia del colectivo revolucionario para poder sustituir la cultura representativa arraigada en nuestro pueblo. Lo representativo se traduce en clientelismo, pragmatismo y consumismo atado al ejercicio del poder de las cúpulas. Es por lo tanto exclusión, sectarismo, cogollismo y pragmatismo corruptor. Por ser usufructuaria, la representación niega la participación de la gran mayoría, generando su alienación, lo que se traduce en la pérdida de la consciencia crítica. Es, en última instancia, la contrarrevolución, ya que no busca el cambio de estructura de la sociedad, sino por el contrario aferrarse a la manutención estructural. Su práctica es la sustitución de los hombre o mujeres que administran o dirigen el aparato del Estado y de las instancias de mando de la sociedad, pero sin cambiar la estructura social.
El Proceso Revolucionario, cuya meta es la consolidación de la revolución, sí tiene que buscar el cambio de estructura. Si no lo busca y, por lo tanto, no lo alcanza entonces no es revolución. Es sencillamente continuar con la representación y el sostenimiento de la cúpula como ente de dirección. De allí que la democracia revolucionaria como sinónimo de democracia directa y medio para la práctica del Socialismo, tiene por fin el establecimiento del poder popular. Debemos saber que el poder popular, concepto usado como muletilla propagandística y el cual no es lema ni debemos abusar de su empleo emulando a quienes lo minimizan; decía, el poder popular es el ejercicio directo del pueblo organizado que se deriva de la acción colectiva, consciente y planificada, para dirigir la República sin operadores políticos.
Entonces, dada la importancia de digerir estos conceptos y actuar, tenemos como responsabilidad primaria estudiarlos y asimilarlos para hacerlos parte de nuestra cotidianidad cognitiva.
viernes, 27 de junio de 2008
jueves, 19 de junio de 2008
La Fuerza Ideológica
La fuerza A,B es la voluntad puesta de manifiesto por el revolucionario para materializar la traslación revolucionaria (transferencia de la toma de decisiones a las comunidades organizadas). La fuerza A,B es una acción autogestionada decida por convicción y espontaneidad para actuar en los distintos campos operacionales que la coyuntura actual del Proceso Revolucionario demanda: (i) formación Ideológica, (ii) conceptualización teórica y (iii) cambio de estructura.
La fuerza A,B se compone de vectores, es decir, los
elementos energéticos del individuo, del grupo comunitario o de la masa revolucionaria que generan la energía morfogenética (centrifugadora de acciones múltiples) para transformar las realidades (cultura, pensamiento y naturaleza humana), elevar la conciencia, transferir el poder a las comunidades y alcanzar el máximo nivel de consolidación de la revolución: materializar la plenitud del Bien común del colectivo.
Considero que los vectores que constituyen esta fuerza A,B son dos: el 1,2 que comprende la espiritualidad del ser humano; y el vector 3,4 que está referido a la racionalidad del individuo.
El vector 1,2 lo identificamos como la potencia interior del ser que lo mueve, lo incentiva, lo empuja a alcanzar, decididamente sin dejarse vencer por las adversidades, los objetivos revolucionarios. Es lograr un nivel de absoluta disposición para luchar por sus creencias, sus ideas y sus razones. Esa vitalidad interior pujante es consecuencia de los factores espirituales que intervienen en el yo interior del individuo. Factores que deben ser madurados, trabajados internamente por cada revolucionario. Los factores espirituales tienen que entenderse para asimilarlos o, si no se ha alcanzado ese nivel de claridad todavía, descubrirlos y procesarlos a fin de hacerlos parte de su vida cotidiana.
Considero cuatro factores como los básicos generadores del dinamismo que el individuo necesita para ser un aliado incondicional de por vida al Proceso Revolucionario. A esos factores los clasifico por su atributos valorativos en rangos jerárquicos de la siguiente manera: (i) los principios y virtudes del individuo; (ii) la unidad colectiva, creadora del espíritu de cuerpo; (iii) el sentido de pertenencia al Proceso; y (iv) el pleno compromiso con la revolución.
El vector 3,4 entendido como la racionalidad del individuo (razón basada en un marco conceptual teórico), se bifurca en dos direcciones: conciencia y talento. La conciencia es el resultado de la producción intelectual generada por el estudio disciplinado y permanente, la investigación creadora y la elaboración de conocimientos procesados. Se identifica este nivel cognitivo del ser, cuando se construyen los juicios por la vía de la asociación de conceptos cuya relación y sumatoria final conduce a la organización del pensamiento crítico. Condición necesaria para objetar el efecto de la alienación cultural. Punto de partida para producir cambios en el sistema cultural heredado de la IV República.
El establecimiento de la Revolución, se elevará a dimensiones de franco desarrollo cuando se produzca, domine e internalice íntegramente la Fuerza A,B.
La fuerza A,B se compone de vectores, es decir, los
elementos energéticos del individuo, del grupo comunitario o de la masa revolucionaria que generan la energía morfogenética (centrifugadora de acciones múltiples) para transformar las realidades (cultura, pensamiento y naturaleza humana), elevar la conciencia, transferir el poder a las comunidades y alcanzar el máximo nivel de consolidación de la revolución: materializar la plenitud del Bien común del colectivo.
Considero que los vectores que constituyen esta fuerza A,B son dos: el 1,2 que comprende la espiritualidad del ser humano; y el vector 3,4 que está referido a la racionalidad del individuo.
El vector 1,2 lo identificamos como la potencia interior del ser que lo mueve, lo incentiva, lo empuja a alcanzar, decididamente sin dejarse vencer por las adversidades, los objetivos revolucionarios. Es lograr un nivel de absoluta disposición para luchar por sus creencias, sus ideas y sus razones. Esa vitalidad interior pujante es consecuencia de los factores espirituales que intervienen en el yo interior del individuo. Factores que deben ser madurados, trabajados internamente por cada revolucionario. Los factores espirituales tienen que entenderse para asimilarlos o, si no se ha alcanzado ese nivel de claridad todavía, descubrirlos y procesarlos a fin de hacerlos parte de su vida cotidiana.
Considero cuatro factores como los básicos generadores del dinamismo que el individuo necesita para ser un aliado incondicional de por vida al Proceso Revolucionario. A esos factores los clasifico por su atributos valorativos en rangos jerárquicos de la siguiente manera: (i) los principios y virtudes del individuo; (ii) la unidad colectiva, creadora del espíritu de cuerpo; (iii) el sentido de pertenencia al Proceso; y (iv) el pleno compromiso con la revolución.
El vector 3,4 entendido como la racionalidad del individuo (razón basada en un marco conceptual teórico), se bifurca en dos direcciones: conciencia y talento. La conciencia es el resultado de la producción intelectual generada por el estudio disciplinado y permanente, la investigación creadora y la elaboración de conocimientos procesados. Se identifica este nivel cognitivo del ser, cuando se construyen los juicios por la vía de la asociación de conceptos cuya relación y sumatoria final conduce a la organización del pensamiento crítico. Condición necesaria para objetar el efecto de la alienación cultural. Punto de partida para producir cambios en el sistema cultural heredado de la IV República.
El establecimiento de la Revolución, se elevará a dimensiones de franco desarrollo cuando se produzca, domine e internalice íntegramente la Fuerza A,B.
Curso ideológico
Reorganizo el curso de capacitación ideológica en siete partes: (i) Proceso Revolucionario, (ii) SSXXI, (iii) Bien Común, (iv) Capitalismo vs., Socialismo, (v) Clientelismo, (vi) Cambio de Estructura, y (vii) Energía Morfogenética. Siete partes cuyos contenidos pasan a convertirse en un instrumento de análisis, captación y lucha política en la nueva fase coyuntural en que se encuentra el escenario político del 2008. Instrumento que denominaremos “Curso intensivo para la capacitación de difusores ideológicos en la coyuntura electoral del 23/11”.
Este curso de seis horas está dirigido al luchador revolucionario, convencido del Proceso, preocupado por la profundización de la Revolución e inquieto por la situación política de confrontación con la oposición. Su finalidad es preparar al militante para enseñar la ideología revolucionaria. El curso servirá de estímulo permanente para reforzar el marco teórico individual y generar acciones centrifugadoras a fin de potenciar la suma de lealtades a la Revolución Bolivariana. Acciones de producción intelectual para que en la primera fase de la coyuntura recién iniciada este mes, se proceda voluntariamente a la difusión ideológica en todos los espacios de la geografía nacional.
Una vez culminado el curso, cada participante deberá organizar su propio equipo político con el objeto de verificar el manejo de los conceptos básicos y la didáctica a emplear para la difusión. El equipo tiene que constituirse con cuadros ganados por la revolución y elaborar su propio plan de acción dirigido a la difusión ideológica en el ámbito de su competencia. Además tiene que organizar otros equipos (uno por cada miembro) que multipliquen la actividad concientizadora.
En la primera etapa de la formación de los grupos políticos, una vez puesto en escena el plan de concientización, se reforzará al equipo con un segundo curso de capacitación que estudie las partes estructurales de la transformación revolucionaria, valga decir: (i) precisar el método del socialismo del Siglo XXI para cambiar las relaciones de producción, (ii) evaluar las nuevas categorías políticas opuestas a las capitalistas, (iii) analizar la producción basada en el Bien Común, (iv) determinar la metodología para la integración latinoamericana, (v) estudiar la “Contención” como estrategia geopolítica de las fuerzas internacionales contrarias al Proceso venezolano, y (vi) procesar los elementos doctrinarios y operativos de la defensa integral.
Este segundo curso desarrollará intrínsicamente el talento revolucionario para la formulación de estrategias de pequeños grupos a los fines de ampliar la captación de los miembros de la comunidad para el Proceso Revolucionario.
El primer curso podrá impartirse tantas veces y en tantos lugares como la demanda de conocimiento ideológico lo determine. Por lo pronto, un primer curso abierto a toda la comunidad y principalmente a la militancia del PSUV lo tendremos en Anzoátegui el sábado 28 de junio entre 09.00 y 15.00.
Cuando se organice el equipo, elabore su plan de acción y ejecute sus primeros eventos didácticos, a partir de ese momento se podrá convertir en Centro de Formación Ideológica (CFI) y por lo tanto determinar sus actividades con base en los tres objetivos que lo definen y que son fundamentales para avanzar hacia el socialismo: difusión ideológica, formación política e investigación teórica.
Este curso de seis horas está dirigido al luchador revolucionario, convencido del Proceso, preocupado por la profundización de la Revolución e inquieto por la situación política de confrontación con la oposición. Su finalidad es preparar al militante para enseñar la ideología revolucionaria. El curso servirá de estímulo permanente para reforzar el marco teórico individual y generar acciones centrifugadoras a fin de potenciar la suma de lealtades a la Revolución Bolivariana. Acciones de producción intelectual para que en la primera fase de la coyuntura recién iniciada este mes, se proceda voluntariamente a la difusión ideológica en todos los espacios de la geografía nacional.
Una vez culminado el curso, cada participante deberá organizar su propio equipo político con el objeto de verificar el manejo de los conceptos básicos y la didáctica a emplear para la difusión. El equipo tiene que constituirse con cuadros ganados por la revolución y elaborar su propio plan de acción dirigido a la difusión ideológica en el ámbito de su competencia. Además tiene que organizar otros equipos (uno por cada miembro) que multipliquen la actividad concientizadora.
En la primera etapa de la formación de los grupos políticos, una vez puesto en escena el plan de concientización, se reforzará al equipo con un segundo curso de capacitación que estudie las partes estructurales de la transformación revolucionaria, valga decir: (i) precisar el método del socialismo del Siglo XXI para cambiar las relaciones de producción, (ii) evaluar las nuevas categorías políticas opuestas a las capitalistas, (iii) analizar la producción basada en el Bien Común, (iv) determinar la metodología para la integración latinoamericana, (v) estudiar la “Contención” como estrategia geopolítica de las fuerzas internacionales contrarias al Proceso venezolano, y (vi) procesar los elementos doctrinarios y operativos de la defensa integral.
Este segundo curso desarrollará intrínsicamente el talento revolucionario para la formulación de estrategias de pequeños grupos a los fines de ampliar la captación de los miembros de la comunidad para el Proceso Revolucionario.
El primer curso podrá impartirse tantas veces y en tantos lugares como la demanda de conocimiento ideológico lo determine. Por lo pronto, un primer curso abierto a toda la comunidad y principalmente a la militancia del PSUV lo tendremos en Anzoátegui el sábado 28 de junio entre 09.00 y 15.00.
Cuando se organice el equipo, elabore su plan de acción y ejecute sus primeros eventos didácticos, a partir de ese momento se podrá convertir en Centro de Formación Ideológica (CFI) y por lo tanto determinar sus actividades con base en los tres objetivos que lo definen y que son fundamentales para avanzar hacia el socialismo: difusión ideológica, formación política e investigación teórica.
jueves, 5 de junio de 2008
Lo dijo Chávez
La búsqueda por alcanzar la revolución siempre estuvo concebida bajo el método de la vía violenta. Los antecedentes del proceso actual hay que ubicarlos en la lucha armada de los años 60. Allí está el origen de lo que hoy se construye en Venezuela. Esos pioneros que a lo largo de más de tres décadas lucharon y hasta entregaron su vida por la revolución tienen que ser reivindicados. Su acción y su pensamiento influyeron en la vía revolucionaria. No obstante, el año 1997 marca un hito en la historia política de Venezuela. Me refiero a la Asamblea Extraordinaria del MBR-200 en Valencia. Las decisiones que en ese evento se adoptaron crearon un nuevo paradigma para hacer la revolución. Ya no sería la acción violenta el método revolucionario sino el electoral.
Aunque el cambio de paradigma se inclinó por las elecciones, eso no significa que el modelo político revolucionario tiene que ser igual al representativo. Es más, hay que diferenciar muy bien entre lo que es ganar las elecciones como acto burocrático o tomar el poder como acto revolucionario. En ambos casos se emplea el método electoral. Pero, el burocrático es darle continuidad a la democracia representativa. Es mantener el Estado para el usufructo del poder. Es sostener a los representantes como cúpulas y materializar la “teoría del manguito”. Ésta se refiere a darle un solo manguito al pueblo, mientras que las cúpulas se quedan con la mata entera, cargada de jugosos y dulces mangos. Esa mata le pertenece al pueblo, pero por falta de conciencia o menesterosidad el pueblo no la reclama. La oposición actual simboliza a la democracia representativa. Su acción está inmersa dentro del concepto de las cúpulas reformistas, que se apropian de la “mata de mango” del pueblo. Algunos “revolucionarios” que no se han dado cuenta todavía de las diferencias ideológicas entre lo representativo y lo revolucionario, asumen las elecciones como acto burocrático. Aspiran el poder no para el pueblo sino para usufructuarlo.
La diferencia del acto burocrático con respecto al acto revolucionario es que lo electoral va a sustituir el método de tomar el poder. El acto revolucionario materializa la revolución, tal como se buscaba por la vía violenta antes de 1997. Es colocar el gobierno al servicio del pueblo y darle viabilidad a la democracia directa (gobiernos comunitarios, asambleas populares, cabildos abiertos, contraloría social, consejos locales de planificación, consejos comunales, asociaciones de ciudadanos,). Es despertar al pueblo para consolidar el poder constituyente. El militante que va a las elecciones para tomar el poder y hacer del acto electoral un acto revolucionario, estará en sintonía con la base ideológica de la revolución. Será un camarada que se convertirá en instrumento del pueblo y, por lo tanto, no decidirá nada de los asuntos públicos que le competen a la comunidad sin la consulta popular. Como instrumento del pueblo tendrá que estimular los canales de su participación directa y propendrá a crear las condiciones para sustituir el Estado de la democracia representativa, por el Estado de la revolución bolivariana.
Aunque el cambio de paradigma se inclinó por las elecciones, eso no significa que el modelo político revolucionario tiene que ser igual al representativo. Es más, hay que diferenciar muy bien entre lo que es ganar las elecciones como acto burocrático o tomar el poder como acto revolucionario. En ambos casos se emplea el método electoral. Pero, el burocrático es darle continuidad a la democracia representativa. Es mantener el Estado para el usufructo del poder. Es sostener a los representantes como cúpulas y materializar la “teoría del manguito”. Ésta se refiere a darle un solo manguito al pueblo, mientras que las cúpulas se quedan con la mata entera, cargada de jugosos y dulces mangos. Esa mata le pertenece al pueblo, pero por falta de conciencia o menesterosidad el pueblo no la reclama. La oposición actual simboliza a la democracia representativa. Su acción está inmersa dentro del concepto de las cúpulas reformistas, que se apropian de la “mata de mango” del pueblo. Algunos “revolucionarios” que no se han dado cuenta todavía de las diferencias ideológicas entre lo representativo y lo revolucionario, asumen las elecciones como acto burocrático. Aspiran el poder no para el pueblo sino para usufructuarlo.
La diferencia del acto burocrático con respecto al acto revolucionario es que lo electoral va a sustituir el método de tomar el poder. El acto revolucionario materializa la revolución, tal como se buscaba por la vía violenta antes de 1997. Es colocar el gobierno al servicio del pueblo y darle viabilidad a la democracia directa (gobiernos comunitarios, asambleas populares, cabildos abiertos, contraloría social, consejos locales de planificación, consejos comunales, asociaciones de ciudadanos,). Es despertar al pueblo para consolidar el poder constituyente. El militante que va a las elecciones para tomar el poder y hacer del acto electoral un acto revolucionario, estará en sintonía con la base ideológica de la revolución. Será un camarada que se convertirá en instrumento del pueblo y, por lo tanto, no decidirá nada de los asuntos públicos que le competen a la comunidad sin la consulta popular. Como instrumento del pueblo tendrá que estimular los canales de su participación directa y propendrá a crear las condiciones para sustituir el Estado de la democracia representativa, por el Estado de la revolución bolivariana.
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