Escribo esta breve reflexión en la linda
mañana del viernes 27 de diciembre del 2013. Un soleado y fresco Carvajal me
hace sentir feliz al sacar cuentas y concluir que tendremos mas de 20 meses sin
elecciones ni campañas electorales, ¡mas de 20 meses! Luego de 4 elecciones en
14 meses pasar 20 meses sin elecciones es lo que todo revolucionario esperaba,
¡ya no hay excusa!
Y ese creo yo que es el punto mas
importante de nuestras contradicciones, hablo acerca de las elecciones, de la
legitimación del poder constituido y del esquema de representatividad que
duerme conciencias y zombifica a las bases populares que, inmersas en el
carnaval pintoresco electoral, descuidan (y descuidamos) lo que realmente debe
importar dentro de una revolución: el autogobierno local, el poder popular. No
perdamos nuestra meta Camaradas que es el establecimiento del Estado Comunal. Solo
el pueblo salva al pueblo.
No nos engañemos las elecciones son un
arma de doble filo, donde por un lado afianzamos y legitimamos ante el mundo la
aceptación del proceso revolucionario por parte de la mayoría del pueblo
venezolano, pero lamentablemente a la vez, remarcamos en el sub conciente
popular la necesidad imperativa de la representatividad. Recordemos: La
muerte del capital depende del éxito de la consolidación del poder popular, el
socialismo no se decreta sino que se construye.
Una pregunta digna para la reflexión
interna en el marco de este calendario que nos ha tocado vivir sería: ¿somos
revolucionarios de construcción de poder popular o somos revolucionarios de
elecciones? Ahora, otra verdad es que fue el propio Comandante Chávez el que
avivó mas la fogata electoral, ¿y que debimos hacer, apartarnos del carnaval
electoral y dejar solo al Comandante?
Las revoluciones democráticas son
difíciles, extremadamente complejas. Depender de elecciones para mantener el
poder y el cause de la revolución bolivariana obligan al poder constituido a
ejercer populismo desmedido, a convertir al pueblo en mantenido del estado.
Esto es altamente peligroso y podría condenar electoralmente en algún momento a
la revolución. Necesario es marcar el punto de no retorno, y eso no se hace con
elecciones sino consolidando un poder popular tan consciente, disciplinado y
productivo que remueva las bases del sistema social y mercantil imperante desde
hace siglos.
Somos una sociedad de cómplices, de
explotadores y explotados, de vivos y pendejos, de poder constituido y poder
constituyente. Trascender de esta cultura inhumana prevaleciente desde hace
siglos, con conductas casi insertas en nuestros genes pareciese un imposible,
un sueño. Nadie nos impide soñar y solo nosotros ponemos las barreras de
nuestras acciones.
Al punto que quiero llegar es que la
evolución cultural viene intrínsicamente relacionada con la demolición del
sistema totalitario mercantil, y la sustitución del mismo por un nuevo sistema
económico donde las relaciones de producción sean coherentes con el cambio
cultural. Entonces para ser coherentes con el planteamiento del comandante
Chávez, con el plan de la patria y con el momento histórico que nos exige
dichos cambios, la única vía posible e inmediata es jugarse el todo por el todo
con el poder popular, desarrollar comunas (no decretarlas) y realizar desde las
mismas experiencias tangibles (productivas y culturales) que se contrapongan
totalmente a las actualmente existentes. Es necesario demostrar en la práctica que
el estado comunal es posible, y no solo que es posible, sino que es la
alternativa mas humana ante el sistema depredador capitalista. Para ser
coherentes con Chávez nuestro lema debe ser comunas o nada,
Hablar de nuevas relaciones de
producción trae siempre peleas, controversias. O te catalogan de come flor, o
de comunista ortodoxo o simplemente de loco. Sin nuevas relaciones de
producción estaremos enmarañados en medio de un estado socialdemócrata, con
organizaciones políticas electoralistas y un gobierno unilateral netamente
reformista y populista. Necesario es desde la práctica vivencial, organizativa
y productiva en comunas, generar nuevos esquemas de participación y
organización de nuestro pueblo, tallar con nuestras propias manos las
respuestas prácticas y reales a las preguntas: ¿Con que se come eso de
direcciones colectivas? , ¿Es posible establecer nuevas relaciones de
producción? , ¿Responde a la necesidad popular una producción comunal? ,
¿Necesitamos realmente de un estado paternalista?
La revolución en una camionetota o
dentro de oficinas con aire acondicionado es el objetivo de los nuevos adecos
disfrazados de rojo. Yo apoyo al tocayo Stalin: la socialdemocracia es la
pata izquierda del fascismo. O nos definimos y aprovechamos este periodo no
electoral para la profundización de la revolución y la construcción práctica y
real de experiencias comunales exitosas, o comencemos a avizorar “buenos
candidatos” para otras elecciones.
Ahora más que nunca: ¡PATRIA O MUERTE!
¡COMUNAS O NADA!
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