El talento represado de los creadores populares que siempre ha estado al margen de la intelectualidad tendrá ahora la posibilidad de ocupar espacios nunca antes permitido. La fase de Traslación Revolucionaria que arranca a partir de la aprobación de la Enmienda (tiempo de transferir y cimentar el poder político y económico en las estructuras orgánicas del pueblo. Momento que da inicio a la conversión del gobierno en instrumento del pueblo), va a exigir que la teoría se escriba sustentado en la práctica del revolucionario que viene actuando en todos los espacios que abarca el Proceso. El campesino de Yaracuy, el pescador de Sucre, el trabajador de la industria petrolera o el técnico en informática, por ejemplo, todos tienen la obligación moral y la relación de pertenencia con la revolución para convertirse en productores intelectuales del SSXXI. Escribir su acción, sus ideas y sus realidades. Será entonces esa práctica traducida en conceptos y juicios lo que se convertirá en la teoría del SSXXI. Rompiendo paradigmas, la práctica llevada a la teoría y escrita por sus propios protagonistas es el método para crear los postulados, principios, determinaciones y demás constructos de orden teórico que el conocimiento universal exige para generar una nueva tesis ideológica de carácter mundial. Además, y esto es lo que remarca la ruptura de paradigmas, esa tesis con fundamentos científicos la escribe el mismo ejecutor.
Por otro lado, permitir que sea el practicante revolucionario quien señale las pautas conceptuales de su hacer, transmuta el conocimiento y quiebra la acción elitista del monopolio de la producción de ideas, la cual ha estado siempre atado a las cúpulas intelectuales que forman la casta privilegiada del dominio del saber. Ahora, en el arranque de la Traslación y la multiplicación de Centros Ideológicos en todas partes, la revolución también estimulará el pensamiento popular y los grupos de pensadores de base. Es en este nivel de la dimensión revolucionaria donde se encuentra la sabiduría y la proyección infinita del SSXXI. Agrego a esta reflexión, extraída de la observación cotidiana, que el revolucionario pensante titulará los libros a ser escritos en esta Etapa de Traslación, desplazando así a los grandes nombres que recorren las librería nacionales e internacionales.
No obstante, en el momento coyuntural y de apertura histórica para la posteridad de las generaciones futuras, estamos en el punto universal de escribir una nueva teoría política. Y esa teoría cuyo inicio, su estímulo e incentivo lo enciende la revolución bolivariana tiene que ser interpretada en primera instancia por los venezolanos. Es a este pueblo al que le compete, le corresponde el privilegio de escribir la fundamentación conceptual, principista, doctrinaria, reflexiva y de proyección universal del SSXXI. Tienen que ser los venezolanos los que indiquen la pauta y generen las marcas imborrables de la génesis del SSXXI para trascender el marxismo y asentarse como orientación ideológica de los próximos siglos.
domingo, 22 de marzo de 2009
¿Es el CNU Revolucionario?
Difícilmente un organismo creado bajo los parámetros de la socialdemocracia y usado por las cúpulas de la democracia representativa para hacer de la educación superior un hecho de exclusiva movilidad social al servicio del mercado, puede ser juez para decidir el avance de un proceso revolucionario. Aunque lo presida el Ministro de Educación Superior y asistan los rectores de las universidades identificadas con la Revolución, el CNU es una entidad constituida por una mayoría contraria al gobierno y al liderazgo de Hugo Chávez.
Solamente con la presencia en su seno de los rectores de UCV, LUZ, USB, UCAB, UCLA, UDO, ULA, UNET, UPEL, UNIMET, USM, UCAT, URBE; más los representantes de la Universidades Experimentales y de las Privadas; y una decena de miembros que para nada se identifican con la Revolución Bolivariana, se crea la situación numérica que logra una afinidad mayoritaria que se orienta a inclinar la decisión en contra de contenidos programáticos que incidan en el cambio de estructura. Hecho que en algún momento los va a incluir a ellos también. No creo que si se saben mayoría --además el CNU es un organismo que dado su amplitud de miembros hace bien compleja la toma de decisiones—- generen voluntad para que sea aprobado algo contrario a su racionalidad. ¿Aceptaría el cura Ugalde, por ejemplo, que en el sistema de educación superior se cree un ambiente propicio para erradicar el Estado actual y sustituirlo por un Estado socialista y comunitario?
Esta reflexión es la que me lleva a pensar si realmente por la vía formal del CNU se aprobarán los programas de Universidades y Centros de Estudios orientados a cambiar la estructura política de la República; a crear una nueva sociedad sentada sobre las bases del socialismo; propiciar el cambio en las relaciones de producción; estimular la ruptura con la intelectualidad tradicional y suplirla con el talento creador del pueblo. Falsas expectativas de realización revolucionaria se asumen si le seguimos dando validez a esta entidad para que cobren legitimidad y reconocimiento los estudios generadores de nuevos conocimientos que establezcan inéditos paradigmas para interpretar al mundo y la sociedad de hoy.
Por estas razones considero que si las nuevas autoridades de FEVP suspendieron las Especializaciones alegando que esos programas no han sido aprobados por el CNU, me pregunto, si las expectativas de estas autoridades está vinculada congruentemente con la meta de la Escuela; la cual, tengo entendido, es la formación del nuevo servidor público para cambiar la estructura del Estado (más allá de lo técnicamente asociado a la disciplina de la planificación). De ser así, entonces no hay conciencia revolucionaria. No han desarrollado el sentido del momento socialista de hoy que busca construir una nueva institucionalidad. Estimo que los programas de cambio estructural que promueve el pensamiento fundamentado en la nueva producción intelectual dirigida a romper los paradigmas del academicismo tecnocrático y quiebra de la dependencia elitista con el pensamiento europeo para colocar en primera instancia lo culturalmente autóctono y de producción propia; digo, esos programas van a ser descalificados por quienes conceptualmente son contrarrevolucionarios.
Si el equipo que administra ahora la FEVP si tiene conciencia revolucionaria y está en la oda de contribuir con la capacitación del revolucionario que va a atender la administración pública bajo los parámetros de una nueva institucionalidad socialista, entonces debe proceder a reabrir de inmediato las especializaciones. Asumir el reto de educar para la revolución y no para la reforma. La revolución es cambio de paradigma y sembrar las semillas que engendren la nueva sociedad. Reforma, por el contrario, es seguir el ritmo que impone mantener la estructura capitalista sostenida por la cultura de la alienación. Cultura que estimula una intelectualidad cuya esencia de pensamiento calza en el marco que definí anteriormente.
El CNU es una entidad de la IV República que debe ser transformada radicalmente y sustituida por otra identificada plenamente con la Revolución Bolivariana. Quienes sigan creyendo en el CNU como el otorgante de la legitimidad de los estudios que demanda la Revolución para la nueva fase que se ha iniciado con la Enmienda y se plegan a su excluyente decisión, debemos reconocer que esos individuos no son revolucionarios.
Solamente con la presencia en su seno de los rectores de UCV, LUZ, USB, UCAB, UCLA, UDO, ULA, UNET, UPEL, UNIMET, USM, UCAT, URBE; más los representantes de la Universidades Experimentales y de las Privadas; y una decena de miembros que para nada se identifican con la Revolución Bolivariana, se crea la situación numérica que logra una afinidad mayoritaria que se orienta a inclinar la decisión en contra de contenidos programáticos que incidan en el cambio de estructura. Hecho que en algún momento los va a incluir a ellos también. No creo que si se saben mayoría --además el CNU es un organismo que dado su amplitud de miembros hace bien compleja la toma de decisiones—- generen voluntad para que sea aprobado algo contrario a su racionalidad. ¿Aceptaría el cura Ugalde, por ejemplo, que en el sistema de educación superior se cree un ambiente propicio para erradicar el Estado actual y sustituirlo por un Estado socialista y comunitario?
Esta reflexión es la que me lleva a pensar si realmente por la vía formal del CNU se aprobarán los programas de Universidades y Centros de Estudios orientados a cambiar la estructura política de la República; a crear una nueva sociedad sentada sobre las bases del socialismo; propiciar el cambio en las relaciones de producción; estimular la ruptura con la intelectualidad tradicional y suplirla con el talento creador del pueblo. Falsas expectativas de realización revolucionaria se asumen si le seguimos dando validez a esta entidad para que cobren legitimidad y reconocimiento los estudios generadores de nuevos conocimientos que establezcan inéditos paradigmas para interpretar al mundo y la sociedad de hoy.
Por estas razones considero que si las nuevas autoridades de FEVP suspendieron las Especializaciones alegando que esos programas no han sido aprobados por el CNU, me pregunto, si las expectativas de estas autoridades está vinculada congruentemente con la meta de la Escuela; la cual, tengo entendido, es la formación del nuevo servidor público para cambiar la estructura del Estado (más allá de lo técnicamente asociado a la disciplina de la planificación). De ser así, entonces no hay conciencia revolucionaria. No han desarrollado el sentido del momento socialista de hoy que busca construir una nueva institucionalidad. Estimo que los programas de cambio estructural que promueve el pensamiento fundamentado en la nueva producción intelectual dirigida a romper los paradigmas del academicismo tecnocrático y quiebra de la dependencia elitista con el pensamiento europeo para colocar en primera instancia lo culturalmente autóctono y de producción propia; digo, esos programas van a ser descalificados por quienes conceptualmente son contrarrevolucionarios.
Si el equipo que administra ahora la FEVP si tiene conciencia revolucionaria y está en la oda de contribuir con la capacitación del revolucionario que va a atender la administración pública bajo los parámetros de una nueva institucionalidad socialista, entonces debe proceder a reabrir de inmediato las especializaciones. Asumir el reto de educar para la revolución y no para la reforma. La revolución es cambio de paradigma y sembrar las semillas que engendren la nueva sociedad. Reforma, por el contrario, es seguir el ritmo que impone mantener la estructura capitalista sostenida por la cultura de la alienación. Cultura que estimula una intelectualidad cuya esencia de pensamiento calza en el marco que definí anteriormente.
El CNU es una entidad de la IV República que debe ser transformada radicalmente y sustituida por otra identificada plenamente con la Revolución Bolivariana. Quienes sigan creyendo en el CNU como el otorgante de la legitimidad de los estudios que demanda la Revolución para la nueva fase que se ha iniciado con la Enmienda y se plegan a su excluyente decisión, debemos reconocer que esos individuos no son revolucionarios.
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